sábado, 30 de junio de 2007

Fisiopatología

En la ley de Joule para corriente continua

W=V x I x t= RI 2 t


(el calor producido por una corriente eléctrica es proporcional a la resistencia y al cuadrado de la corriente) todas las variables guardan una estrecha relación entre sí. Si se trata de corriente alterna también es preciso tener en cuenta el efecto de la frecuencia (Folliot 1982).
Los organismos vivos son conductores eléctricos. La electrización tiene lugar cuando hay una diferencia de potencial entre dos puntos del organismo. Es importante subrayar que el peligro de accidentes eléctricos no surge del mero contacto con un conductor activo, sino del contacto simultáneo con un conductor activo y otro cuerpo a potencial diferente.
Los tejidos y órganos que recorre la corriente pueden experimentar una excitación funcional motora que en algunos casos es irreversible, o bien sufrir lesión temporal o permanente, en general a consecuencia de quemaduras. El grado de estas lesiones está en función de la energía liberada o de la cantidad de electricidad que atraviesa los tejidos. Así pues, el tiempo de paso de la corriente eléctrica es crítico para determinar la gravedad de la lesión. (Por ejemplo, las anguilas eléctricas y las rayas producen descargas muy desagradables, capaces de inducir pérdida del sentido. Pero aunque la tensión de la descarga sea de 600 V, la corriente de alrededor de 1A y la resistencia del sujeto de unos 600 ohms, estos peces son incapaces de inducir una sacudida mortal, porque la duración de la descarga es demasiado corta, de algunas decenas de microse-gundos.) Así pues, a altas tensiones (>1.000 V), la muerte se debe casi siempre a la extensión de las quemaduras. A tensiones más bajas, la muerte está en función de la cantidad de electri- cidad (Q = I x t), que llega al corazón, determinada por el tipo, el emplazamiento y el área de los puntos de contacto.
En las secciones siguientes se estudian el mecanismo de la muerte ocasionada por accidentes eléctricos, los tratamientos inmediatos más eficaces y los factores que determinan la gravedad de la lesión, que son la resistencia, intensidad, tensión, frecuencia y forma de onda.

jueves, 28 de junio de 2007

Entornos laborales con riesgos biológicos

El personal médico y de laboratorio y otros trabajadores de los servicios sanitarios, así como los de las profesiones relacionadas con estas actividades, están expuestos a infección por microorganismos si no se adoptan las medidas adecuadas de prevención. Entre los numerosos riesgos biológicos a que se exponen los trabajadores de los hospitales están el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), la hepatitis B, el herpesvirus, la rubéola y la tuberculosis (Hewitt 1993).
El trabajo en el sector agrícola se asocia a una gran diversidad de riesgos profesionales. La exposición a polvo orgánico, a microorganismos suspendidos en el aire y a sus toxinas, puede producir enfermedades respiratorias (Zejda y cols. 1993), entre ellas bronquitis crónica, asma, neumonitis por hipersensibilidad, síndrome tóxico del polvo orgánico y enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Dutkiewicz y cols. (1988) analizaron muestras de material procedente de silos para identificar los agentes potenciales que causan los síntomas del síndrome tóxico y el síndrome orgánico. Encontraron niveles muy elevados de bacterias aerobias totales y hongos. Aspergillus fumigatus fue el hongo predominante, mientras que los bacilos, los organismos gramnegativos (especies de Pseudomonas, Alcaligenes, Citrobacter y Kleb- siella) y los actinomicetos fueron las bacterias más frecuentes. Estos resultados muestran que el contacto con material aerosoli- zado de silos conlleva un riesgo de exposición a elevadas concen- traciones de microorganismos, de los cuales A. fumigatus y las bacterias productoras de endotoxinas son los agentes patógenos más probables. La exposición durante cortos períodos de tiempo a determinados polvos de la madera puede producir asma, conjuntivitis, rinitis o dermatitis alérgica. Algunos microorganismos termófilos presentes en la madera son patógenos para el ser humano, y la inhalación de esporas de actinomicetos presentes en las astillas de madera almacenada se ha relacionado con enfermedades humanas (Jacjels 1985).
A continuación se ofrecen algunos ejemplos de enfermedades profesionales específicas:

1. El hongo Penicillium camemberti var. candidum se utiliza para fabricar algunos tipos de quesos. La presencia elevada de anticuerpos precipitantes de este hongo en las muestras de sangre de los trabajadores, junto con las causas clínicas de los síntomas respiratorios, indican una relación etiológica entre los síntomas respiratorios y la elevada exposición a este hongo
(Dahl y cols. 1994).
2. Los microorganismos (bacterias y hongos) y las endotoxinas son agentes potenciales de riesgo profesional en las plantas de procesamiento de la patata (Dutkiewicz 1994). Se ha establecido una correlación significativa entre la presencia de precipitinas contra antígenos microbianos y los síntomas generales
y respiratorios relacionados con el trabajo, que presentaban el 45,9 % de los trabajadores examinados.
3. El personal de los museos y las bibliotecas está expuesto a mohos (p. ej., Aspergillus, Pencillium) que, cuando se dan ciertas condiciones, contaminan los libros (Kolmodin-Hedman y cols. 1986). Los síntomas habituales consisten en ataques febriles, tiritonas, náuseas y tos.
4. La utilización de microscopios con las mismas lentes oculares en distintos turnos de trabajo puede originar infecciones oftalmológicas. Entre los microorganismos responsables se ha identificado el Staphylococcus aureus (Olcerst 1987).



miércoles, 27 de junio de 2007

Variabilidad en función de las personas


Naturalmente el tiempo necesario para lograr la aclimatación ventilatoria, y la magnitud de ésta, varía de unas personas a otras a una altitud dada y a la magnitud de la propia aclimatación conseguida. Una de las razones más importantes es la gran variación que existe entre los individuos en su respuesta a la hipoxia. Por ejemplo, si se mantiene constante la presión de CO2, a nivel del mar, de forma que no influya en la respuesta ventilatoria a las bajas concentraciones de oxígeno, en algunas personas normales el incremento de la ventilación es escaso o nulo, mientras que en otras se eleva, hasta quintuplicarse en algunos casos. La respuesta ventilatoria a las mezclas bajas en oxígeno parece ser una característica intrínseca del individuo, puesto que los comportamientos son más parecidos entre los miembros de una misma familia. Las personas que apenas responden al descenso de la concentración de oxígeno a nivel del mar parecen tener, como es de esperar, menores respuestas ventilatorias a las grandes altitudes a lo largo del tiempo. Las variaciones de la aclimatación dependen también de otros factores, como la variabilidad de la magnitud de la depresión respiratoria, de la función del centro respiratorio, de la sensibilidad a los cambios del equilibrio ácido-base y de la capacidad renal para excretar bicarbonato, pero ninguno de ellos ha sido estudiado a fondo.

martes, 26 de junio de 2007

Nitrógeno


El nitrógeno es un gas inerte en relación con el metabolismo humano normal. No se combina químicamente con otros compuestos o elementos en el organismo. Sin embargo, cuando se respira a presiones elevadas origina un grave deterioro en la función mental del individuo .
El nitrógeno se comporta como un anestésico alifático a medida que aumenta la presión atmosférica, lo que eleva a su vez la concentración de nitrógeno. El nitrógeno cumple la hipótesis de Meyer-Overton, que afirma que la potencia anestésica de cualquier anestésico alifático es directamente proporcional a su relación de solubilidad aceite-agua. El nitrógeno, cinco veces
más soluble en grasa que en agua, produce un efecto anestésico que cumple exactamente con la citada relación .
En la práctica, es posible sumergirse a una profundidad de
50 m con aire comprimido, aunque los efectos de la narcosis por nitrógeno comienzan a manifestarse entre los 30 y los 50 m. La mayoría de los buzos, sin embargo, pueden trabajar adecuadamente en estos parámetros. A profundidades superiores a 50 m, suelen utilizarse mezclas de helio y oxígeno para evitar los efectos de la narcosis por nitrógeno. Se han realizado inmersiones con aire a profundidades ligeramente superiores a los
90 m, pero a estas presiones extremas, los buzos prácticamente no eran capaces de realizar ninguna tarea y tenían grandes dificultades para recordar la misión que les había sido encomen- dada. Como se indicó antes, la acumulación excesiva de CO2 empeora el efecto del nitrógeno. Debido a que la mecánica de la ventilación se ve afectada por la densidad del gas a altas presiones, se produce una acumulación automática de CO2 en los pulmones como consecuencia de los cambios en el flujo laminar en los bronquiolos y la disminución del impulso respiratorio. Por este motivo, en las inmersiones a profundidades superiores a los 50 m, el aire puede ser sumamente peligroso.
El nitrógeno ejerce su efecto simplemente por hallarse disuelto en el tejido neural. Produce una ligera tumefacción de la membrana celular neuronal, que se vuelve más permeable a los iones sodio y potasio. Se piensa que la interferencia con el proceso normal de despolarización y repolarización es la responsable de los síntomas clínicos de la narcosis por nitrógeno.

lunes, 25 de junio de 2007

Base física y fisiopatológica de la electrización

Los especialistas en electricidad dividen los contactos eléctricos en dos grupos: directos, que implican el contacto con componentes activos, e indirectos, en los que los contactos tienen derivación a tierra. Cada uno de estos grupos exige medidas preventivas totalmente diferentes.
Desde el punto de vista médico, el camino que recorre la corriente a través del cuerpo es el determinante clave del pronóstico y la terapéutica. Por ejemplo, el contacto bipolar de la boca de un niño con la clavija de un cordón de extensión origina quemaduras muy graves en la boca, pero no la muerte si el niño está bien aislado del suelo.
En espacios de trabajo, donde es corriente que existan altas tensiones, también es posible que salte un arco eléctrico entre un componente activo que se encuentre a alta tensión y los trabaja- dores que se acercan demasiado al componente. Las situaciones específicas del trabajo influyen también en las consecuencias de los accidentes eléctricos: por ejemplo, los trabajadores pueden caerse o no actuar como es debido al ser sorprendidos por una sacudida eléctrica, por lo demás relativamente inofensiva.
Todas las tensiones presentes en los lugares de trabajo son susceptibles de provocar accidentes. Cada sector industrial tiene su propio conjunto de condiciones capaz de originar contacto directo, indirecto, unipolar, bipolar, por arco o inducido y, en último término, accidentes. Desde luego, no es posible abarcar en este artículo todas las actividades humanas relacionadas con la electricidad, pero conviene recordar al lector los principales tipos de trabajo eléctrico que han recogido las directrices preventivas internacionales que se describen en el capítulo sobre prevención:

1. actividades que implican trabajar con cables activos (la aplicación de procedimientos extremadamente rigurosos ha conseguido reducir el número de electrizaciones durante este tipo de trabajo);
2. actividades que implican trabajar con cables desactivados,
3. actividades realizadas en la proximidad de cables activos
(estas actividades exigen la máxima atención, puesto que a menudo son ejecutadas por personas que no son electricistas).

viernes, 22 de junio de 2007

EFECTOS FISIOLOGICOS DE LA ELECTRICIDAD


Dominique Folliot

El estudio de los peligros, la electrofisiología y la prevención de accidentes eléctricos exige la comprensión de varios conceptos técnicos y médicos.
Las definiciones de los términos electrobiológicos que se dan a continuación están tomadas del capítulo 891 de International Electrotechnical Vocabulary (Electrobiología) (Comisión Electrotécnica Internacional) (CEI) (1979).
Un choque eléctrico es el efecto fisiopatológico resultante del paso directo o indirecto de una corriente eléctrica externa a través del cuerpo. Comprende contactos directos e indirectos y corrientes unipolares y bipolares.
De los individuos (vivos o fallecidos) que han experimentado descargas eléctricas se dice que han sufrido electrización; el término electrocución debe reservarse para casos seguidos de muerte. Los alcances de rayos son sacudidas eléctricas mortales a consecuencia de los rayos (Gourbiere y cols. 1994).
La Oficina Internacional del Trabajo (OIT), la Unión Europea (UE), la Union internationale des producteurs et distributeurs d’énergie électrique (UNIPEDE), la Asociación Internacional de la Seguridad Social (AISS) y el Comité TC64 de la Comisión Elec- trotécnica Internacional han recopilado estadísticas internacionales sobre accidentes eléctricos. La interpretación de estas estadísticas se ve obstaculizada por las variaciones de unos países a otros en materia de técnicas de recogida de datos, de pólizas de seguro y de definiciones de accidentes mortales. Con todo, pueden considerarse posibles las estimaciones siguientes de la tasa de electrocución (Tabla 40.1).
El número de electrocuciones desciende poco a poco, en términos absolutos y, lo que resulta más llamativo, en función del consumo total de electricidad. Aproximadamente la mitad de los accidentes eléctricos tiene un origen profesional, mientras que la otra mitad ocurre en casa y en actividades de ocio. En Francia, la media de fallecimientos entre 1968 y 1991 fue de 151 por año, según cifras del Institut national de la santé et de la recherche médicale (INSERM).

jueves, 21 de junio de 2007

CATASTROFES Y ACCIDENTES (IV)



. Los vientos fuertes, los accidentes (sobre todo de transporte) y las inundaciones concentran el mayor número de acontecimientos catastróficos, y en su mayoría se produjeron en Asia. Africa fue víctima, con mucho, del mayor número de sequías del mundo. Por otra parte, aunque en Europa las catástrofes arrojan relativamente pocas víctimas mortales, tienen lugar tantos sucesos catastróficos como en Asia o Africa; los índices de mortalidad, inferiores, reflejan una menor vulnerabilidad humana a las crisis. Se obtiene un claro ejemplo comparando las cifras de víctimas mortales de los accidentes químicos de Seveso (Italia) y Bhopal (India) (Bertazzi 1989).
Las cifras correspondientes a 1994 (Tablas 39.8 y 39.9, página 39.7) muestran que Asia sigue siendo la región más proclive a las catástrofes y que los tipos de sucesos más frecuentes son accidentes mayores, inundaciones y vientos fuertes. Aunque los terremotos arrojan unas elevadas tasas de mortalidad, no son más frecuentes que las catástrofes tecnoló- gicas mayores. Dejando aparte los incendios, la media anual de sucesos no naturales es levemente inferior a la de los 25 años anteriores. En cambio, se ha elevado el promedio de catástrofes naturales, con excepción de las inundaciones y los volcanes.

miércoles, 20 de junio de 2007

Evolución (factores que se oponen al aumento de la ventilación (III)

El tiempo necesario para que se produzca la aclimatación aumenta al hacerlo la altitud, según el principio de a mayores incrementos de la ventilación y de los ajustes del equilibrio ácido-base, mayores serán los intervalos necesarios para que tenga lugar la compensación renal. Así, un nativo de una zona situada a nivel del mar necesitará de tres a cinco días para aclimatarse a 3.000 m, mientras que a altitudes superiores a 6.000 y 8.000 m, exigirá, si es que la logra, seis semanas o más (Figura 37.4). Cuando la persona aclimatada vuelve al nivel del mar, el proceso se invierte: la presión arterial de oxígeno se eleva hasta el valor del nivel del mar y la ventilación disminuye; el contenido de CO2 del aire espirado desciende y la presión de CO2 de la sangre y del centro respiratorio aumenta; el equilibrio ácido-base se desplaza hacia la acidez y los riñones deben conservar el bicarbonato para mantenerlo. Aunque el tiempo necesario para perder la aclimatación no se conoce a fondo, parece ser similar al período de aclimatación. Si así fuera, al regresar desde una gran altura se producirían, teóricamente, los fenómenos opuestos a los que tienen lugar durante la ascensión, aunque con una excepción importante: al bajar, las presiones arteriales de oxígeno se normalizan de inmediato.

martes, 19 de junio de 2007

Dióxido de carbono


El dióxido de carbono es un producto normal del metabolismo y se elimina de los pulmones durante el proceso normal de respiración. Sin embargo, ciertos dispositivos de respiración pueden impedir su eliminación o provocar la acumulación de niveles elevados en el aire que inspira el buzo.
Desde un punto de vista práctico, el dióxido de carbono produce efectos nocivos en el organismo de tres maneras. En primer lugar, a concentraciones muy elevadas (superiores al 3 %), puede producir errores de juicio, que se manifiestan inicialmente en un estado de euforia injustificada, seguida por uno de depresión si la exposición se prolonga. No cabe duda de que las consecuencias pueden ser graves para el buzo que está bajo el agua y que necesita mantener una capacidad de juicio adecuada por motivos de seguridad. Si aumenta la concentración de CO2 hasta niveles superiores al 8 %, puede llegar a producir pérdida de consciencia. Otro efecto del dióxido de carbono es la exacerbación o el empeoramiento de la narcosis por nitrógeno (véase más adelante). El efecto del dióxido de carbono comienza a presiones parciales superiores a 40 mm Hg (Bennett y Elliot 1993). Una PO2 elevada, como la que soportan los buzos, atenúa el impulso respiratorio debido al CO2 elevado y, en ciertas condiciones, es posible que aumente los niveles de éste lo suficiente como para producir la pérdida de consciencia en los buzos que tienen tendencia a retenerlo. Un último problema del dióxido de carbono a presiones elevadas es que el riesgo de convulsiones para un individuo que respire oxígeno al 100 % a una presión superior a 2 ATA, aumenta de forma importante en función del aumento en los niveles de dióxido de carbono. La tripulación de los submarinos puede tolerar fácil- mente una concentración de CO2 de 1,5 % (treinta veces superior a la concentración normal en el aire atmosférico) durante dos meses sin que se produzcan efectos funcionales negativos. Un nivel de 500 ppm (es decir, diez veces superior a los niveles del aire normal), se considera seguro desde el punto de vista de los límites industriales. Ahora bien, la sola adición de un 0,5 % de CO2 a una mezcla de oxígeno al 100 %, puede predisponer a una persona a presentar convulsiones, si se respira a una mayor presión.

domingo, 17 de junio de 2007

Microorganismos (II)

Aunque la propagación zoonótica de enfermedades infecciosas sigue produciéndose en los animales de laboratorios utilizados para la investigación biomédica, el número de epidemias declaradas se ha reducido gracias a la adopción de procedimientos veterinarios y de cría de animales domésticos más rigurosos, la utilización de animales criados para fines comerciales y la institución de programas adecuados para proteger la salud del personal (Fox y Lipman 1991). También es importante para prevenir las enfermedades zoonóticas en el personal, que los animales que haya en las instalaciones modernas estén debidamente protegidos para evitar la entrada de parásitos y vectores biológicos. No obstante, en estos lugares pueden encontrarse agentes zoonóticos conocidos, microorganismos recién descubiertos o nuevas especies animales hasta entonces desconocidas como portadoras de microorganismos zoonóticos, y sigue existiendo la posibilidad de transmisión de enfermedades infecciosas de los animales a los seres humanos.
El diálogo activo entre veterinarios y médicos sobre el riesgo de enfermedades zoonóticas, las especies animales implicadas y los métodos de diagnóstico, son indispensables para el éxito de cualquier programa de prevención.

sábado, 16 de junio de 2007

Evolución (factores que se oponen al aumento de la ventilación (II)




Una de las formas de restablecer el equilibrio es la excreción de bicarbonato por el riñón, formando una orina alcalina que compense la pérdida respiratoria de acidez y contribuya a recu- perar los niveles propios del nivel del mar. La excreción renal de bicarbonato es un proceso relativamente lento. Por ejemplo, al pasar desde el nivel del mar a 4.300 m), se requiere un período de aclimatación de entre siete y diez días (Figura 37.3). Esta acción de los riñones, que reduce la inhibición alcalina de la ventilación, solía considerarse la razón principal del lento aumento de la ventilación tras el ascenso, pero las investiga- ciones más recientes consideran decisivo el incremento gradual de la sensibilidad del cuerpo carotídeo para medir la hipoxia durante las horas o los días que siguen al ascenso. Es un período que se conoce como aclimatación ventilatoria, por el cual la ventilación aumenta como respuesta al descenso de la presión de oxígeno en la sangre, aunque también disminuye la presión de CO2. Como consecuencia del aumento de la ventilación y de la disminución de la presión de CO2, se produce una elevación simultánea de la presión de oxígeno en los alveolos pulmonares y en la sangre arterial.
Dado que, al llegar a una cierta altitud, puede originarse una depresión ventilatoria hipóxica transitoria y dado que la aclima- tación es un proceso lento que comienza cuando la persona se halla en un ambiente con bajo contenido de oxígeno en el aire, la presión arterial de oxígeno mínima se alcanza inmediatamente después de la llegada. Luego, asciende con relativa rapidez durante los primeros días y más despacio los siguientes, como se muestra en la Figura 37.3. La hipoxia es, pues, más intensa al principio, por lo que la somnolencia y los síntomas asociados a la exposición a las grande altitudes son también peores durante las primeras horas o días. Con la aclimatación suele recuperarse la sensación de bienestar.

viernes, 15 de junio de 2007

Monóxido de carbono


El monóxido de carbono es un contaminante grave del aire que respira un buzo o un trabajador de cajones de aire comprimido. Procede, por lo común, de los motores de combustión interna para los compresores y de la maquinaria próxima a ellos. Debe tenerse mucho cuidado para que las entradas de aire del compresor estén alejadas de cualquier fuente de escape del motor. Los motores Diesel suelen producir poco monóxido de carbono, pero producen grandes cantidades de óxidos de nitrógeno, que pueden ser muy tóxicos para los pulmones. En Estados Unidos, la normal actual de la administración federal para los niveles de monóxido de carbono en el aire inspirado es de 35 partes por millón (ppm) para una jornada laboral de 8 horas. Por ejemplo, en la superficie, una concentración de hasta 50 ppm no produciría ningún daño detectable, pero a una profundidad de 50 m, al estar comprimido, produciría el efecto de 300 ppm. Es posible que la concentración produzca un nivel de hasta un 40 % de carboxihemoglobina durante cierto tiempo. La cifra real de partes por millón analizada debe multiplicarse por el número de atmósferas a las que se administrará al trabajador.
Los buzos y las personas que trabajan en entornos de aire comprimido deben conocer los síntomas iniciales de intoxica- ción por monóxido de carbono, entre los que están las cefaleas, las náuseas, el mareo y la debilidad. Es importante asegurarse de que la entrada del compresor esté situada siempre contra el viento, para evitar la entrada de gases del tubo de escape del motor. Esta posición debe comprobarse continuamente cada vez que cambie la dirección del viento o la posición de la nave. Durante muchos años, se pensó que el monóxido de carbono se mezclaba con la hemoglobina del organismo y daba lugar a la carboxihemoglobina, cuyo efecto letal se debía al bloqueo del transporte de oxígeno a los tejidos. En estudios posteriores se ha observado que, aunque ese efecto produce hipoxia tisular, no resulta fatal por sí mismo. El daño más grave es a nivel celular, debido a la toxicidad directa de la molécula de monóxido de carbono. La peroxidación de los lípidos de la membrana celular, que sólo puede detenerse con un tratamiento de oxígeno hiperbárico, parece ser la causa principal de la muerte y de las secuelas a largo plazo.

martes, 12 de junio de 2007

Existen tres fuentes principales de este tipo de microbios:

1. los que aparecen como consecuencia de la descomposición biológica de sustratos asociados a ciertas profesiones (p. ej., el heno molido que causa neumonitis por hipersensibilidad);
2. los que se asocian a ciertos tipos de hábitats (p. ej., bacterias presentes en las redes de abastecimiento de agua),
3. los que proceden de individuos que hospedan a un agente patógeno (p. ej., tuberculosis).



El aire ambiental puede estar contaminado o transportar niveles importantes de microorganismos potencialmente nocivos (Burrell 1991). Los edificios modernos, sobre todo los diseñados para fines comerciales y administrativos, constituyen un nicho ecológico único, con un medio ambiente, una fauna y una flora propios (Sterling y cols. 1991).
El agua constituye un importante vehículo para la transmisión de infecciones extraintestinales. A través del contacto con el agua, ya sea por motivos profesionales, recreativos o incluso terapéuticos, se pueden contraer una serie de organismos pató- genos (Pitlik y cols. 1987). La naturaleza de las enfermedades no entéricas transmitidas a través del agua suele depender de la ecología de los agentes patógenos acuáticos. Hay dos tipos básicos de infecciones: superficiales, que afectan a mucosas y zonas de la piel previamente dañadas o intactas; y sistémicas, que son infecciones con frecuencia graves que pueden ocurrir cuando el sistema inmunológico está deprimido. Una gran variedad de organismos acuáticos, entre ellos los virus, las bacte- rias, los hongos, las algas y los parásitos, pueden invadir al huésped a través de vías extraintestinales, como la conjuntiva, la mucosa respiratoria, la piel y los genitales.

domingo, 10 de junio de 2007

CATASTROFES Y ACCIDENTES (III)

Tomando como base los datos del IFRCRCS 1993, se puede obtener más información sobre el tipo, frecuencia y consecuen- cias de las catástrofes, naturales o no naturales, entre 1969 y
1993. Aunque las agencias valoran la gravedad de las catástrofes atendiendo al número de víctimas mortales, cada vez es más importante observar también el número de afectados. En todo el mundo, el número de personas afectadas por las catástrofes es casi mil veces mayor que el de víctimas mortales; para muchas de estas personas, la supervivencia después de la catástrofe es cada vez es más difícil, lo que las hace más vulnerables a nuevas desgracias. Se trata de una cuestión importante no sólo en lo que se refiere a las catástrofes naturales (Tabla 39.2), sino también en las de origen humano (Tabla 39.3, página 39.5), especialmente tratándose de accidentes químicos, cuyos efectos sobre las víctimas pueden manifestarse años y hasta décadas después (Bertazzi 1989).
El problema de la vulnerabilidad humana ante las catástrofes es crucial para las estrategias de prevención.
La sequía, las hambrunas y las inundaciones siguen afectando a muchas más personas que ningún otro tipo de catástrofe. Desde luego, los vientos fuertes (ciclones, huracanes y tifones) causan, proporcionalmente, más muertes que las hambrunas y las inundaciones con respecto al conjunto de la población afectada; por su parte, los terremotos, que son las catástrofes más repentinas, siguen mostrando el mayor índice de víctimas mortales entre la población afectada (Tabla 39.4, página 39.5). Los accidentes tecnológicos afectaron a más personas que los incendios

sábado, 9 de junio de 2007

Toxicidad por oxígeno (II)

A pesar de que el mecanismo de la toxicidad pulmonar y cerebral del oxígeno se ha investigado activamente durante más de 50 años, aún no se conoce completamente. Se sabe, sin embargo, que ciertos factores potencian la toxicidad y disminuyen el umbral de las convulsiones. El ejercicio, la retención de CO2, el uso de esteroides, la aparición de fiebre o escalofríos, la ingestión de anfetaminas, el hipertiroidismo y el miedo pueden afectar la tolerancia al oxígeno. Así, un individuo que como experiencia permanece quieto en una cámara seca presurizada, tiene una tolerancia muy superior a la de un buzo que trabaja sin cesar en agua fría debajo de un barco enemigo. El buzo militar puede experimentar frío y temor, realizar un ejercicio arduo y presentar una acumulación de CO2 si utiliza un circuito cerrado de oxígeno, y es posible que presente convulsiones al cabo de 10-15 minutos de trabajo a una profundidad de tan solo 12 m, mientras que un paciente que permanece inmóvil en una cámara seca puede tolerar fácilmente una presión de 20 m durante 90 minutos sin riesgo grave de presentar convulsiones. Los buzos que realizan ejercicio pueden estar expuestos a presiones parciales de oxígeno de hasta 1,6 ATA durante períodos cortos de hasta 30 minutos, lo que equivale a respirar oxígeno al 100 % a una profundidad de 6 m. Conviene señalar que nadie debería exponerse a un aire con 100 % de oxígeno a presiones superiores a 3 ATA ni por tiempos superiores a 90 minutos, ni siquiera en una situación de inactividad.
La susceptibilidad a las convulsiones varía considerablemente de un individuo a otro, y de un día a otro en el mismo individuo. De ahí la práctica inutilidad de los ensayos de “tolerancia al oxígeno”. La administración de fármacos anticonvulsivos, como el fenobarbital o la fenitoína, evita las convulsiones por oxígeno, pero no reduce la lesión cerebral o de médula o espinal perma- nente cuando se exceden los límites de presión o de tiempo.

viernes, 8 de junio de 2007

CATASTROFES Y ACCIDENTES (II)

En la Figura 39.2 se muestran los países más afectados por catástrofes importantes en 1991. En todos los países del mundo se producen calamidades, pero en los más pobres es más frecuente la pérdida de vidas humanas.
Se han elaborado y revisado muchas definiciones y clasificaciones de las catástrofes (Grisham 1986; Lechat 1990; Logue, Melick y Hansen 1981; Weiss y Clarkson 1986). A título de ejemplo, mencionaremos tres de ellas: los Centros para el Control de Enfermedades [Centers for Disease Control
(CDC 1989)] de Estados Unidos determinaron tres categorías principales de catástrofes: sucesos geológicos, como terremotos y erupciones volcánicas; trastornos climáticos, como huracanes, tornados, olas de calor, gotas frías o inundaciones; y, por último,
problemas de origen humano, como hambrunas, contaminación atmosférica, catástrofes industriales, incendios e incidentes generados por reactores nucleares. Otra clasificación, basada en las causas (Parrish, Falk y Melius 1987), distingue entre catástrofes naturales, como los sucesos climáticos y geológicos, y las catástrofes de origen humano, que se definen como sucesos arti- ficiales, tecnológicos e intencionados, perpetuados por las personas (como el transporte, los conflictos armados, los incendios y explosiones, y los escapes químicos y radiactivos). Una tercera clasificación (Tabla 39.1), elaborada por el Centro para la Investigación de la Epidemiología de Catástrofes de Lovaina, Bélgica, se basa en una estructura de investigación creada por la Oficina de Coordinación de las Naciones Unidas para el Socorro en Catástrofes en 1991 y fue publicada en World Disaster Report 1993 (IFRCRCS 1993).

jueves, 7 de junio de 2007

Microorganismos

Los microorganismos constituyen un grupo amplio y diverso de organismos que existen como células aisladas o agrupadas (Brock y Madigan 1988). En este aspecto, las células microbianas se diferencian de las células de los animales y las plantas, ya que éstas son incapaces de vivir de forma aislada en la naturaleza y sólo pueden existir como parte de organismos pluricelulares.
Son muy pocas las regiones de nuestro planeta que carecen de vida microbiana, porque los microorganismos presentan una gama asombrosa de capacidades metabólicas y energéticas que les permiten sobrevivir en condiciones letales para otras formas de vida.
Las cuatro grandes clases de microorganismos que pueden interactuar con los seres humanos son las bacterias, los hongos, los virus y los protozoos. Representan un peligro para los traba- jadores por su amplia distribución en el medio ambiente de trabajo. Los microorganismos más importantes en términos de riesgo profesional se indican en las Tablas 38.2 y 38.3.

miércoles, 6 de junio de 2007

Evolución (factores que se oponen al aumento de la ventilación (I)


La producción constante de energía requiere oxígeno, y cuando el aporte de éste a los tejidos disminuye (hipoxia), la función de los tejidos puede deteriorarse. El órgano más sensible a la falta de oxigenación es el cerebro y, como ya se ha indicado, los centros neuronales del sistema nervioso central son decisivos en el control de la respiración. Cuando respiramos una mezcla con bajo conte- nido en oxígeno, la respuesta inicial es un aumento de la ventilación, pero al cabo de unos 10 minutos, el incremento se amortigua hasta cierto punto. Si bien no se conoce la causa de este fenómeno, se ha atribuido a la depresión de alguna función nerviosa central relacionada con la vía de la respiración, y se ha denominado depresión ventilatoria hipóxica. Se ha observado su aparición poco después de ascender a grandes altitudes, aunque suele ser transitoria: que sólo dura varias horas, posiblemente para que se adapten los tejidos del sistema nervioso central.

No obstante, inmediatamente después del ascenso a una gran altura suele aumentar la ventilación, aunque debe transcurrir cierto tiempo para que alcance su máximo valor. Al llegar a una determinada altitud, la mayor actividad de los centros carotídeos hace que la ventilación aumente y, de este modo, se eleva la presión de oxígeno en la sangre arterial hasta el valor que tenía a nivel del mar. Ahora bien, los cuerpos carotídeos se hallan ante un dilema: el incremento de la respiración produce mayor excre- ción de dióxido de carbono (anhídrido carbónico, CO2) en el aire espirado. Con la presencia de CO2 en los tejidos del cuerpo se crea acidez en los medios acuosos, y con su ausencia (mediante la expiración), los líquidos orgánicos, incluida la sangre, se hacen más alcalinos, lo que altera el equilibrio ácido-base del organismo. El dilema se plantea porque la venti- lación se controla no sólo para mantener constante la presión de oxígeno, sino también para conservar dicho equilibrio. El CO2 regula la respiración en sentido opuesto al oxígeno. Así, cuando la presión de CO2 (es decir, el grado de acidez existente en algún lugar del interior del centro respiratorio) aumenta, la ventilación también lo hace; y cuando aquél disminuye, la ventilación disminuye también. Al llegar a una altitud elevada, cualquier incremento de la ventilación producido por el bajo contenido de oxígeno en el aire respirado inducirá una disminución de la presión de CO2, que origina alcalosis, y se opone a la ventilación (Figura 37.2). Así pues, el dilema para el organismo está en no poder mantener constantes a la vez la presión de oxígeno y equilibrio ácido-base. Para restablecerlos, el hombre necesita muchas horas, e incluso días.