jueves, 31 de enero de 2008

Procesos de electrización (IV)

La densidad de carga en una superficie aislante se modifica también por los electrones en movimiento generados por un campo eléctrico de gran intensidad. Tales electrones generarán iones a partir de las moléculas de gas existentes en la atmósfera con la cual entran en contacto. Cuando la carga eléctrica del cuerpo sea positiva, el cuerpo cargado repelerá los iones positivos que se hayan generado. Los electrones creados por objetos cargados negativamente perderán energía a medida que se retiran del electrodo, y se ligarán a moléculas gaseosas de la atmósfera para formar iones negativos que continuarán separándose de los puntos de carga. Los iones positivos y negativos quedan en reposo sobre cualquier superficie aislante y modifican la densidad de carga de la superficie. Es un tipo de carga mucho más fácil de controlar y más uniforme que las cargas generadas por fricción. Las cargas generadas de esta forma tienen un límite, que se describe matemáticamente en la ecuación 3 de la Tabla 40.2.
Para generar cargas más altas, es preciso incrementar la rigidez dieléctrica del ambiente, bien mediante la creación de un vacío, bien por metalización de la otra superficie de la película aislante. Por este último método se arrastra el campo eléctrico hacia dentro del aislante y por lo tanto se reduce la intensidad de campo en el gas circundante.
Cuando un conductor sumergido en un campo eléctrico (E) se pone a tierra (véase la Figura 40.1), pueden producirse cargas por inducción. En estas condiciones, el campo eléctrico induce polarización (separación de los centros de gravedad de los iones negativos y positivos del conductor). Un conductor que se ponga a tierra temporalmente en un solo punto adquirirá una carga neta cuando se desconecte de tierra, a causa de la migración de cargas en la proximidad del punto. De aquí que las partículas conductoras situadas en un campo uniforme oscilen entre elec- trodos y produzcan cargas y descargas en cada contacto.

lunes, 28 de enero de 2008

Evaluación de riesgos

El modo más adecuado de responder a estas preguntas es realizar una evaluación de riesgos, para comprender por qué se producen los accidentes y cómo pueden evitarse o, al menos, mitigarse. Los métodos que pueden utilizarse para esta evaluación se resumen en la Tabla 39.14.

martes, 22 de enero de 2008

Invertebrados: Escorpiones (Escorpiónidos)

Son arácnidos que tienen un aguijón afilado y venenoso en el extremo del abdomen con el que infligen una dolorosa picadura, cuya gravedad varía según la especie, de la cantidad de veneno inyectada y de la estación (la más peligrosa es al final del período de hibernación de los escorpiones). En la región mediterránea, América del Sur y México, los escorpiones originan más víctimas que las serpientes venenosas. Muchas especies son nocturnas y menos agresivas durante el día. Las especies más peligrosas (Buthidae) se encuentran en las regiones áridas y tropicales; su veneno es neurotrópico y muy tóxico. En todos los casos, la picadura de escorpión produce en el acto síntomas locales intensos (dolor agudo, inflamación), seguidos por manifestaciones generales, como tendencia al desvanecimiento, salivación, estornudos, lagrimeo y diarrea. El desenlace es fatal en los niños de corta edad. Las especies más peligrosas son las del género Androctonus (Africa subsahariana), Centrurus (México) y Tituus (Brazil). El escorpión no ataca espontáneamente al hombre y sólo pica cuando se siente en peligro, cuando se ve acorralado o cuando alguien sacude o se pone las botas o prendas de vestir que le servían de refugio. Los escorpiones son muy sensibles a los pesti- cidas halogenados (p. ej., el DDT).

lunes, 21 de enero de 2008

Selección de trabajadores para las grandes altitudes (II)

Otro posible indicador de la tolerancia a las grandes alturas es la capacidad de trabajo en condiciones de hipoxia aguda al nivel del mar. En este caso, la deducción que se hace es que una persona incapaz de tolerar la hipoxia aguda tolerará mal la hipoxia crónica. Son pocas las pruebas a favor o en contra de esta hipótesis. La tolerancia a la hipoxia aguda fue uno de los criterios utilizados por los fisiólogos soviéticos para la selección de los montañeros que realizaron con éxito la expedición al Everest en 1982 (Gazenko 1987). Por otra parte, los cambios que se producen durante la aclimatación son tan marcados, que no sería sorprendente que el rendimiento durante la hipoxia aguda guardara escasa correlación con la capacidad para trabajar durante la hipoxia crónica.
Otro indicador posible es el aumento de la presión arterial pulmonar durante la hipoxia aguda al nivel del mar, que puede medirse de forma no invasiva mediante ecografía Doppler en muchas personas. La lógica de esta prueba se basa principal- mente en la correlación conocida entre el desarrollo de edema pulmonar de las grandes alturas y la magnitud de la vasoconstricción pulmonar hipóxica (Ward, Milledge y West 1995). No obstante, puesto que el edema pulmonar de las alturas no es frecuente en las personas que trabajan en altitudes de 4.500 m, el valor práctico de esta prueba resulta dudoso.
La única manera de establecer si estas pruebas tienen valor práctico en la selección de los trabajadores sería hacer un estudio prospectivo acerca de la correlación entre los resultados de las exploraciones hechas al nivel del mar y la posterior evaluación de la tolerancia a las grandes alturas. Ello plantea la cuestión de cómo medir la tolerancia a las grandes alturas. La forma habitual de hacerlo es mediante cuestionarios como el de Lake Louise (Hackett y Oelz 1992). Ahora bien, las respuestas a los mismos podrían estar sesgadas en una población formada por trabajadores que comprenden que su reconoci- miento de que sufren intolerancia puede traer consigo el despido. Es verdad que existen mediciones objetivas de intolerancia a la altitud, como el abandono del empleo, la presencia de estertores pulmonares como signo de edema pulmonar subclínico y ataxia leve como indicio de edema cerebral subclí- nico. Sin embargo, estos signos sólo aparecen en personas que sufren intolerancia grave y un estudio basado exclusivamente en ellos sería muy poco revelador.
Conviene subrayar que no se ha demostrado el valor de estas posibles pruebas para determinar la tolerancia al esfuerzo en las grandes altitudes. Desde luego, las consecuencias económicas de emplear a un gran número de trabajadores que después no rinden satisfactoriamente en alta montaña son tales, que sería de enorme valor disponer de indicadores fidedignos. En la actua- lidad, se están realizando estudios para determinar si algunos de tales indicadores son válidos y factibles. Las mediciones tales como la respuesta ventilatoria hipóxica al nivel del mar no resultan especialmente difíciles. No obstante, deben ser hechas en un laboratorio experimentado y su coste sólo puede justificarse si ofrecen un valor predictivo significativo.

miércoles, 16 de enero de 2008

TRASTORNOS POR DESCOMPRESION

Un gran número de trabajadores de diversos sectores deben someterse a una descompresión (una disminución de la presión ambiental) como parte de su rutina de trabajo. Entre ellos están los buzos, que pueden dedicarse a diversas ocupaciones; los trabajadores de los cajones de aire comprimido, los trabajadores de túneles, los trabajadores de cámaras hiperbáricas (en su mayoría enfermeras), el personal de aviación y los astronautas. La descompresión en estas personas puede originar, y de hecho lo hace, diversos trastornos, la mayor parte de los cuales se conocen bastante bien, aunque no todos. En algunos casos, y a pesar del tratamiento, los trabajadores lesionados pueden quedar discapa- citados. Los trastornos por descompresión son objeto de una intensa labor de investigación.

lunes, 14 de enero de 2008

Insuflar aire

Incluimos este método en la presente enumeración para completar el estudio. Una llama de una cerilla puede apagarse fácilmente aumentando la velocidad del aire en la proximidad de la llama por encima de un valor crítico. El mecanismo funciona desestabilizando la llama en las proximidades del material combustible. En principio, pueden controlarse incendios de mayor volumen de esta misma forma, aunque normalmente se requieren cargas explosivas para generar velocidades suficientemente altas, como en los incendios en pozos de petróleo.
Por último, es importante resaltar que la facilidad de extinción de un incendio disminuye rápidamente a medida que éste progresa. Por tanto, una detección precoz permite su extinción con cantidades mínimas de supresor y limita las pérdidas. Al seleccionar un sistema de supresión hay que tener en cuenta la velocidad potencial de desarrollo del incendio y los sistemas de detección disponibles.

jueves, 10 de enero de 2008

Procesos de electrización (III)


Ni los líquidos muy aislantes ni los conductores llegan a cargarse; los primeros porque hay muy pocos iones en presencia, y los segundos porque en líquidos que conducen muy bien la electricidad , los iones se recombinarán con gran rapidez. En la práctica, sólo habrá electrización en líquidos cuya resistividad sea mayor que 107  m o menor que 1011  m Los mayores valores observados son de r = 109 a 1011  m.

Los líquidos en movimiento inducirán acumulación de carga en las superficies aislantes sobre las cuales discurren. La medida de la formación de densidad superficial de carga estará limitada (1) por la rapidez con que los iones del líquido se recombinen en la interfaz líquido-sólido, (2) por la velocidad con que los iones del líquido sean conducidos por el aislante, o (3) porque se originen arcos en la superficie o el volumen del aislante y por lo tanto se pierda la carga. El régimen turbulento y el movimiento sobre superficies rugosas favorecen la electrización.
Si a un cuerpo cargado (un electrodo) que tiene un radio pequeño (p. ej., un alambre) se le aplica una tensión alta (de varios kilovoltios), el campo eléctrico en la proximidad inme- diata del cuerpo cargado es elevado, pero disminuye en seguida con la distancia. Si hay descarga de las cargas almacenadas, dicha descarga estará limitada a la región en que el campo eléctrico es más intenso que la rigidez dieléctrica de la atmósfera circundante, fenómeno conocido como efecto corona, porque el arco también emite luz. (Muchas personas han visto las chispitas que se forman cuando han experimentado en su propia persona un shock de electricidad estática.)

martes, 8 de enero de 2008

Responsabilidades de la empresa (II)

En primer lugar, y ante todo, las empresas con instalaciones que pueden ocasionar un accidente mayor tienen la obligación de controlar ese riesgo. Para ello, deben ser conscientes de la naturaleza del peligro, de los sucesos que provocan accidentes y de las posibles consecuencias de los mismos. Esto significa que, para controlar adecuadamente un riesgo elevado, las empresas deben conocer las respuestas a las siguientes preguntas:

• ¿Constituyen un alto riesgo las sustancias tóxicas, explosivas o inflamables existentes en la instalación?
• ¿Hay agentes o sustancias químicas que, al combinarse, puedan presentar riesgo de toxicidad?
• ¿Qué fallos o errores pueden provocar condiciones anormales que generen un accidente mayor?
• Si se produce un accidente mayor, ¿cuáles serán las consecuen- cias de un incendio, una explosión o un escape tóxico para los trabajadores, los habitantes de las cercanías de la instalación, la fábrica o el medio ambiente?
• ¿Qué puede hacer la empresa para impedir que se produzcan
tales accidentes?
• ¿Qué puede hacerse para mitigar las consecuencias de un posible accidente?

lunes, 7 de enero de 2008

Invertebrados: Arácnidos (arañas—Aranea)

Todas las especies son venenosas, pero en la práctica sólo un número reducido de ellas atacan al ser humano. El envenenamiento por picadura de araña puede ser de dos tipos:
1. Envenenamiento cutáneo, cuando la picadura produce al cabo de unas horas un edema alrededor de la marca cianótica y forma posteriormente una ampolla; también puede aparecer una necrosis local extensa. La cicatrización de picaduras de arañas como las del género Lycosa (p. ej., la tarán- tula) puede ser un proceso lento y difícil.
2. Envenenamiento neurológico causado por el veneno exclusivamente neurotóxico de las migalas (Latrodectus ctenus), que produce lesiones graves y de rápida aparición, tétanos, temblores, parálisis de las extremidades y, en ocasiones, shock mortal; este tipo de envenenamiento es relativamente común entre los trabajadores de la silvicultura y la agricultura y particularmente grave en niños. En el Amazonas, el veneno de la araña “viuda negra” (Latrodectus mactans) se utiliza para envenenar flechas.


Prevención. En las zonas donde existe el peligro de que existan arañas venenosas, el lugar habilitado para dormir debe estar provisto de mosquiteras, y los trabajadores deben utilizar calzado y prendas de trabajo que les confieran una protección adecuada.

sábado, 5 de enero de 2008

Selección de trabajadores para las grandes altitudes (I)

Además de excluir a los que presenten problemas respiratorios o cardíacos, cuyo rendimiento será deficiente a grandes altitudes, sería muy útil hacer pruebas para determinar quiénes son los que pueden tolerar bien la altitud. Por desgracia, poco se sabe en la actualidad sobre los indicadores de la tolerancia a las grandes altitudes, aunque se están haciendo numerosas investigaciones al respecto.
El mejor indicador de la tolerancia a las grandes alturas es, probablemente, la experiencia previa del trabajador. Si una persona ha sido capaz de trabajar a una altitud de 4.500 m durante varias semanas sin presentar problemas dignos de mención, es muy probable que pueda hacerlo de nuevo. Por el mismo motivo, una persona que haya intentado trabajar a gran altura sin poder tolerarlo es muy probable que vuelva a tener el mismo problema. En consecuencia, para seleccionar a los trabajadores debe prestarse especial atención a los empleos previos a grandes alturas. Sin embargo, es evidente que este criterio no puede aplicarse a todos los trabajadores, ya que el trabajo a grandes altitudes se quedaría sin mano de obra.
Otro indicador posible es la magnitud de la respuesta ventila- toria a la hipoxia, que puede medirse al nivel del mar haciendo que el trabajador respire un aire con baja concentración de oxígeno y midiendo el aumento de la ventilación. Hay razones para creer que las personas con respuestas ventilatorias hipóxicas relativamente deficientes toleran mal las grandes altitudes. Por ejemplo, Schoene (1982) observó en 14 alpinistas unas respuestas ventilatorias hipóxicas bastante más elevadas que las resultantes de diez pruebas de control. Además, durante la American Medical Research Expedition al Everest en 1981 se hicieron diversas mediciones, demostrándose que la respuesta ventilatoria hipóxica medida antes y durante la expedición guar- daba buena correlación con el rendimiento en alta montaña (Schoene, Lahiri y Hackett 1984). Masuyama, Kimura y Sugita (1986) afirmaban que cinco montañeros que habían alcanzado 8.000 m en Kanchenjunga presentaban mayores respuestas ventilatorias hipóxicas que otros cinco que no pudieron llegar hasta allí.
Sin embargo, esta correlación no es en modo alguno universal. En un estudio prospectivo de 128 alpinistas que ascendían a grandes altitudes, la medición de la respuesta ventilatoria hipóxica no guardaba relación con la altura alcanzada, mientras que sí se encontró esta relación con la medición de la captación máxima de oxígeno al nivel del mar (Richalet, Kerome y Bersch 1988). El estudio indicaba también que la respuesta de la frecuencia cardíaca a la hipoxia aguda podría ser un indicador útil del rendimiento en alta montaña. Se han hecho otros estu- dios en los que se ha comprobado una escasa correlación entre la respuesta ventilatoria a la hipoxia y el rendimiento en alti- tudes extremas (Ward, Milledge y West 1995).
El problema de muchos de estos estudios es que sus resultados son aplicables, por lo general, a altitudes mucho mayores que las que aquí nos interesan. También son muchos los ejemplos de montañeros con valores moderados de respuesta ventilatoria a la hipoxia que, sin embargo, toleran bien las grandes altitudes. No obstante, parece probable que una respuesta ventilatoria exageradamente deficiente sea un factor de riesgo para la tole- rancia de altitudes incluso medias, como 4.500 m.
Una manera de medir la respuesta ventilatoria hipóxica al nivel del mar es hacer que el sujeto respire repetidamente el aire de una bolsa que contenga 24 % de oxígeno, 7 % de dióxido de carbono y el resto de nitrógeno. Durante la respiración, se controlan las cifras de PCO2, que se mantienen constantes mediante una válvula de paso y un captador de dióxido de carbono. La respiración puede mantenerse hasta que la PO2 inspirada descienda a 40 mmHg (5,3 kPa) aproximadamente. Se hace una medición continua de la saturación arterial de oxígeno mediante oximetría de pulsación y se hace una gráfica comparativa de ventilación y saturación (Rebuck y Campbell 1974). Otra forma de medir la respuesta ventilatoria a la hipoxia consiste en determinar la presión de inspiración durante un breve intervalo de oclusión de las vías respiratorias, mientras el sujeto respira una mezcla pobre en oxígeno (Whitelaw, Derenne y Milic-Emili 1975).

jueves, 3 de enero de 2008

Incendios (II)

En las cámaras de un sólo compartimiento presurizadas con 100 % de oxígeno, un incendio resulta mortal de forma instantánea para todos los ocupantes. El cuerpo humano es combustible en 100 % de oxígeno, especialmente a presión elevada, por lo que en una cámara de un sólo compartimiento, el paciente debe utilizar únicamente ropa de algodón para evitar las chispas estáticas de los materiales sintéticos. No es necesario tratar la ropa, pues en caso de incendio no ofrecería protección. La única forma de evitar un incendio en una cámara de un sólo compartimiento llena de oxígeno es evitando completamente cualquier fuente de ignición.
En entornos con una presión de oxígeno elevada, a presiones superiores a 10 kg/cm2, el calor adiabático debe considerarse como una posible fuente de ignición. Si el oxígeno a una presión de 150 kg/cm2 pasa rápidamente a un colector a través de una válvula esférica de apertura rápida, puede producir un efecto
“diesel” si existe una partícula de polvo por minúscula que sea. Esto puede producir una violenta explosión. Ya han ocurrido accidentes de este tipo, por lo que los sistemas con oxígeno a presión elevada no deben utilizar válvulas esféricas de apertura rápida.