miércoles, 17 de diciembre de 2008

CALIDAD DEL AIRE INTERIOR: INTRODUCCION (III)

Otra cuestión de naturaleza diferente es la de las enfermedades relacionadas con los edificios, más graves aunque menos frecuentes, que van acompañadas de síntomas clínicos muy definidos y resultados de laboratorio claros. Algunos ejemplos de estas enfermedades son la neumonitis por hipersensibilidad, la fiebre del humidificador, la legionelosis y la fiebre de Pontiac. Una opinión bastante generalizada entre los investigadores es que estas enfermedades deben considerarse independientes del síndrome del edificio enfermo.
Se han llevado a cabo estudios para confirmar las causas de los problemas de calidad del aire y sus posibles soluciones. En los últimos años, el conocimiento de los contaminantes presentes en el aire interior y de los factores que contribuyen al deterioro de su calidad ha avanzado de forma considerable, aunque queda todavía mucho camino por recorrer. Los estudios realizados en los últimos 20 años han demostrado que la presencia de conta- minantes en muchos ambientes de interior es superior a la prevista y, además, se han identificado contaminantes diferentes
a los presentes en el aire exterior. Lo cual contradice la suposición de que los interiores sin actividad industrial carecen hasta cierto punto de contaminantes y que, en el peor de los casos, su composición podría ser equivalente a la del aire libre. Los conta- minantes como el radón y el formaldehído se identifican casi exclusivamente en el medio ambiente interior.
La calidad del aire interior, incluida la de las viviendas, se ha convertido en un problema de salud ambiental, como el control de la calidad del aire en el exterior o la exposición en el trabajo. Ahora bien, ya se ha comentado que una persona residente en un área urbana pasa entre el 58 y el 78 % de su tiempo en un medio ambiente de interior, y las personas más susceptibles (esto es, los ancianos, los niños pequeños y los enfermos) son las que más tiempo están en esas condiciones. Es un asunto que comenzó a preocupar a partir de 1973 cuando, debido a la crisis energética, los esfuerzos dirigidos a la conservación de energía se concentraron en la reducción de la entrada del aire exterior a los espacios interiores en la mayor medida posible, con el fin de disminuir los costes de calefacción y refrigeración de los edificios. Aunque no todos los problemas relacionados con la calidad del aire interior son consecuencia de medidas en materia de ahorro de energía, es evidente que conforme fue generalizán- dose ese principio, comenzaron a aumentar las quejas sobre la calidad del aire interior y a surgir todos los problemas.
Otro asunto digno de atención es la presencia de microorganismos en el aire interior, lo que puede causar problemas de carácter infeccioso y alérgico. No debe olvidarse que los microorganismos son un componente normal y esencial de los ecosis- temas. Por ejemplo, en el suelo y en la atmósfera suelen hallarse diversos hongos y bacterias saprófitos que se nutren de materia orgánica muerta del medio ambiente, los cuales se han detectado también en el medio ambiente de interiores. Los problemas de contaminación biológica en interiores han sido objeto de interés en los últimos años.
El brote de enfermedad del legionario de 1976 es el caso que más ha llamado la atención de una enfermedad causada por un microorganismo en el medio ambiente de interiores. Otros agentes infecciosos, como los virus que pueden causar enfermedades respiratorias agudas, también son detectables en interiores, especialmente si la densidad de ocupación es alta y existe una recirculación de aire importante. En realidad, no se conoce en qué medida los microorganismos o sus componentes están implicados en la aparición de enfermedades asociadas a los edificios. Se han desarrollado protocolos (sólo en cierta medida) para demostrar y analizar numerosos tipos de agentes microbianos, y aún así, la interpretación de los resultados es en ocasiones incoherente.

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