martes, 31 de marzo de 2009

Equipos de calefacción: Hornos de madera

Los hornos de madera se utilizan para secar este material (Lataille, 1990) y elaborar o cocer productos de arcilla (Hrbacek, 1984).
Estos equipos de altas temperaturas representan también un peligro para su entorno. Para evitar incendios, es fundamental un diseño que tenga en cuenta su aislamiento y un mantenimiento adecuado.
Los hornos utilizados para secar madera son doblemente peligrosos, porque la madera representa en sí misma un alto riesgo de incendioya menudo se calienta a temperaturas cercanas a su punto de ignición. Es fundamental limpiar regularmente las instalaciones para evitar que se acumulen pequeños trozos de madera y serrín que puedan entrar en contacto con el aparato de calefacción. Los mejores hornos de madera son los fabricados con un material resistente al fuego y equipados con rociadores automáticos y sistemas de ventilación/circulación de aire de alta calidad.

domingo, 29 de marzo de 2009

Trabajo sin tensión: Puesta a tierra y en cortocircuito

En todos los lugares de trabajo de alta tensión y en algunos de baja tensión, todas las partes en que se vaya a trabajar deberán ser puestas a tierra y en cortocircuito después de haber sido desconectadas. Los equipos y dispositivos de puesta a tierra y en cortocircuito deben conectarse en primer lugar a la toma de tierra; sólo después de esta puesta a tierra se conectarán al sistema los componentes que se vayan a derivar a tierra. Siempre que sea posible en la práctica, los sistemas de puesta a tierra y en cortocircuito deberán ser visibles desde el lugar de trabajo. Las instalaciones de baja y alta tensión tienen sus propios requisitos específicos. En estos tipos de instalación, todos los lados de los lugares de trabajo y todos los conductores que entran al recinto deberán ser puestos a tierra y cortocircuitados.

sábado, 28 de marzo de 2009

Trabajo sin tensión: Verificación de que la instalación está inactiva

La ausencia de corriente deberá ser verificada en todos los polos de la instalación eléctrica del lugar de trabajo o lo más cerca del mismo que sea posible.

viernes, 27 de marzo de 2009

Trabajo sin tensión: Seguro contra reconexión

Todos los dispositivos cortacircuitos utilizados para aislar la instalación eléctrica durante el trabajo deberán ser desactivados, si es posible mediante el bloqueo del mecanismo de operación.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Medidas de protección (III)

El cable transportador es el método con más garantías de éxito, y al mismo tiempo el más seguro. Con la ayuda de un pequeño funicular especial, el cable transportador de dinamita, la carga explosiva se transporta en una cuerda enrollada hasta el punto de voladura en la zona cubierta de nieve donde quiere provocarse la avalancha. Con un adecuado control de la cuerda
y con la ayuda de señales e indicadores, es posible conducir la carga con exactitud hasta los puntos que la experiencia señala como más eficaces y hacer que explote directamente sobre ellos. Los mejores resultados se consiguen cuando la carga se detona a la altura adecuada por encima de la cubierta de nieve. Dado que el cable transportador discurre a mayor altura sobre el nivel del suelo, es necesario utilizar mecanismos de descenso. La carga explosiva cuelga de una cuerda enrollada alrededor del meca- nismo de descenso. La carga se baja hasta la altura adecuada sobre el punto elegido accionando un motor que desenrolla la cuerda. La utilización del cable transportador de dinamita permite llevar a cabo la voladura desde una posición segura, incluso con escasa visibilidad, de día o de noche.
Por los buenos resultados obtenidos y su coste relativamente bajo, este método de desencadenar avalanchas se utiliza mucho en toda la zona alpina; en la mayor parte de los países alpinos se requiere un permiso para el funcionamiento de los cables trans- portadores de dinamita. En 1988, tuvo lugar un intercambio intensivo de experiencias en este ámbito entre fabricantes, usua- rios y representantes de la administración de las zonas alpinas de Austria, Baviera y Suiza. La información reunida se ha recogido, de forma abreviada, en publicaciones informativas y normativas vinculantes. Básicamente, se trata de normas técnicas de segu- ridad para equipos e instalaciones, e instrucciones para realizar con seguridad estas operaciones. Al preparar la carga explosiva y poner en funcionamiento el equipo, los trabajadores encar- gados de la voladura deben contar con la mayor libertad de movimientos posible en torno a los diversos controles y aparatos del cable transportador. Debe haber vías de acceso a pie seguras
y fácilmente accesibles, para que los trabajadores puedan abandonar el lugar con rapidez en caso de emergencia. También deben existir vías de acceso seguras hasta los soportes y estaciones del cable transportador. Para asegurar las explosiones, deben utilizarse dos mechas y dos detonadores por carga.
Un segundo método para la producción de avalanchas artifi- ciales, utilizado con frecuencia en el pasado, es la voladura manual. En este caso, el técnico en explosivos tiene que trepar hasta la zona de la cubierta de nieve en que se va a desenca- denar la avalancha. La carga explosiva puede colocarse en estacas clavadas en la nieve, pero por lo general se lanza ladera abajo hacia un punto señalado por experiencia como especial- mente efectivo. Normalmente, es imperativo que los ayudantes aseguren al técnico mediante una cuerda durante toda la opera- ción. Claro está que, por muy cuidadosamente que se proceda, no puede eliminarse del todo el peligro de caídas o de encontrar avalanchas en el camino al punto de voladura, dado que estas actividades suelen requerir largos ascensos, a veces en condiciones climáticas desfavorables. Debido a estos peligros, este método, que también debe cumplir unas normas de seguridad, raras veces se utiliza en nuestros días.


Durante muchos años, en los Alpes y otras zonas se ha practi- cado un tercer método, el uso de helicópteros para desencadenar avalanchas. Por el peligro que corren los que van a bordo, en la mayoría de los países alpinos y otros países montañosos sólo se recurre a este procedimiento cuando es urgente para eliminar un peligro grave, cuando no pueden utilizarse otros procedi- mientos o cuando utilizarlos representaría un riesgo aún mayor. Debido a la particular situación legal que crea el uso de vehí- culos aéreos para tales propósitos y a los riesgos que ello implica, en los países alpinos se han elaborado directrices concretas sobre el desencadenamiento de avalanchas desde helicópteros con la colaboración de las autoridades de aviación, de las instituciones
y autoridades responsables de la salud en el trabajo y de especialistas en este terreno. Dichas directrices contemplan no sólo las leyes y normativas sobre explosivos y las disposiciones de segu- ridad, sino también las cualificaciones físicas y técnicas de las personas encargadas de tales operaciones.
Las avalanchas se desencadenan desde helicópteros ya sea bajando la carga con una cuerda y detonándola sobre la cubierta de nieve o dejándola caer con la mecha ya encendida. Deben emplearse helicópteros especialmente adaptados y provistos de una autorización para realizar tales operaciones. Para proceder con seguridad, debe haber una estricta división de responsabilidades entre el piloto y el técnico de explosivos. La carga debe prepararse correctamente y la longitud de la mecha se seleccionará dependiendo de que ésta vaya a ser bajada o lanzada. Por seguridad, deben utilizarse dos detonadores y dos mechas, como en los otros métodos. Por regla general, cada carga contiene de 5 a 10 kg de explosivo. Pueden bajarse varias cargas o dejarse caer una tras otra en un solo vuelo. Las detona- ciones deben observarse visualmente, para comprobar que ninguna de ellas ha fallado.
Todos estos procesos de voladura requieren el uso de explo- sivos especiales, eficaces en condiciones de frío e insensibles a influencias mecánicas. Las personas encargadas de llevar a cabo estas operaciones deben estar especialmente cualificadas para ello y contar con la experiencia necesaria.
Las medidas de protección temporales y permanentes contra avalanchas se diseñaron originalmente para zonas de aplicación claramente diferentes. Las costosas barreras permanentes se destinaban sobre todo a proteger pueblos y construcciones, en especial contra avalanchas graves. En un principio, las medidas de protección temporales se limitaban casi exclusivamente a proteger carreteras, estaciones de esquí e instalaciones que podían cerrarse con facilidad. En la actualidad, se tiende a aplicar una combinación de los dos métodos. Para elaborar un programa de seguridad eficaz para una zona determinada, es necesario analizar la situación en detalle y determinar qué método ofrece la mayor protección posible.

martes, 24 de marzo de 2009

Medidas de protección (II)

A diferencia de las barreras, las medidas temporales reducen el peligro durante un período de tiempo. La idea es desencadenar avalanchas por medios artificiales. Las masas de nieve amenazadoras se eliminan de la zona potencial de avalanchas provocando artificialmente y bajo control, en momentos opor- tunos y predeterminados, varias avalanchas pequeñas. Así se aumenta considerablemente la estabilidad de la cubierta de nieve que queda en el lugar de la avalancha y se reduce el riesgo de avalanchas más peligrosas, al menos durante un período de tiempo limitado, cuando la amenaza de avalanchas es muy alta. Ahora bien, la magnitud de las avalanchas artificiales no puede determinarse previamente con exactitud. Por tanto, para correr el menor riesgo posible de accidentes mientras se están llevando a cabo estas medidas temporales, es necesario evacuar, aislar y comprobar toda la zona que va a verse afectada por la avalancha artificial, desde su punto de partida hasta su detención final.
Las posibles aplicaciones de estos dos métodos de prevención del peligro son fundamentalmente diferentes. En general, es mejor utilizar métodos permanentes para proteger zonas imposi- bles o difíciles de evacuar o de aislar, o en las que los asenta- mientos o bosques podrían peligrar incluso con avalanchas controladas. Por otro lado, las carreteras, las pistas de esquí y las laderas de esquí, que son fáciles de aislar durante cortos espacios de tiempo, son típicos ejemplos de zonas en las que pueden aplicarse medidas de protección temporales.
Los distintos métodos de desencadenar avalanchas artificiales incluyen operaciones que a su vez plantean determinados riesgos y, sobre todo, requieren medidas de protección para las personas encargadas de esta tarea. Lo esencial es provocar rupturas iniciales mediante temblores artificiales (voladuras). Estos reducen la estabilidad de la cubierta de nieve lo suficiente para producir un deslizamiento de la misma.
Las voladuras son especialmente adecuadas para liberar avalanchas en laderas empinadas. Normalmente, es posible extraer pequeñas cantidades de nieve a intervalos y evitar así la producción de avalanchas graves, que se arrastran a gran distancia y pueden ser extremadamente destructivas. Con todo, es esencial que las operaciones de voladura sean llevadas a cabo en cualquier momento del día y en todo tipo de climas, y esto no es siempre posible. Los métodos para producir avalanchas por medio de voladuras varían considerablemente dependiendo del medio utilizado para llegar a la zona en que va a tener lugar la voladura.
Las zonas en que es probable que se inicien avalanchas pueden ser bombardeadas con granadas o cohetes desde posiciones de seguridad, pero este sistema sólo tiene éxito (es decir, produce la avalancha) entre el 20 y el 30 % de los casos, pues resulta prácticamente imposible determinar y alcanzar con exac- titud los objetivos más efectivos a cierta distancia, y también porque la cubierta de nieve absorbe el choque de la explosión. Además, puede ocurrir que las granadas no estallen.
Las voladuras con explosivos comerciales directamente en la zona en que es probable que se inicien avalanchas suelen tener más éxito. Los métodos más efectivos consisten en llevar el explosivo por medio de estacas o cables a la parte del terreno nevado en que va a desencadenarse la avalancha, y detonarlo a una altura de 1,5a3m por encima de la cubierta de nieve.

Aparte de detonar granadas en las laderas, se han desarrollado tres métodos diferentes para llevar el explosivo de producción artificial de avalanchas al punto real en que se quiere iniciar la avalancha:

• cable transportador de dinamita
• voladura manual
• arrojar o bajar la carga explosiva desde helicópteros.

lunes, 23 de marzo de 2009

Medidas de protección (I)

Se han desarrollado y probado en todo el mundo diversos métodos de protección contra las avalanchas, desde los servicios transfronterizos de alarma y las barreras hasta la provocación de las mismas mediante explosiones o disparando armas de fuego en la nieve.
La estabilidad de la cubierta de nieve está básicamente determinada por la relación entre tensión mecánica y densidad. Su estabilidad puede variar considerablemente dependiendo del tipo de tensión (por ejemplo presión, tensión, resistencia al corte) en una misma zona geográfica (en qué parte del terreno puede comenzar una avalancha). Los perfiles, el sol, los vientos, la temperatura y las pequeñas anomalías en la estructura de la cubierta de nieve —a causa de rocas, esquiadores, máquinas quitanieves u otros vehículos— pueden también afectar a su estabilidad. Por lo tanto, la estabilidad puede verse reducida por intervenciones locales deliberadas como voladuras o aumentada por la instalación de soportes o barreras adicionales. Estas medidas, que pueden ser de naturaleza permanente o temporal, son los dos principales métodos de protección contra avalanchas. Las medidas permanentes incluyen estructuras eficaces y duraderas, barreras de apoyo en las zonas de inicio de avalan- chas, barreras de desviación o frenado en la trayectoria de las mismas, y barreras de bloqueo en la zona de salida. El objetivo de las medidas temporales de protección es asegurar y estabilizar las áreas en que pueden iniciarse avalanchas, desencadenando deliberadamente avalanchas pequeñas y limitadas para eliminar cantidades peligrosas de nieve en algunas zonas.
Las barreras de apoyo aumentan artificialmente la estabilidad de la cubierta de nieve en zonas de avalancha potencial. Las barreras de arrastre, que impiden que el viento arrastre más nieve a la zona de avalancha, pueden reforzar el efecto de las barreras de apoyo. Las barreras de desviación y frenado en el camino de la avalancha y las de bloqueo en el área de salida pueden desviar o aminorar la velocidad de la masa descendente de nieve y acortar la distancia de derrame frente al área prote- gida. Las barreras de apoyo son estructuras fijadas al suelo, más
o menos perpendiculares a la ladera, que oponen una resistencia suficiente a la masa de nieve descendente. Deben formar soportes que lleguen hasta la superficie de la nieve. Las barreras de apoyo suelen organizarse en varias filas y cubren toda la zona desde la cual, en determinadas condiciones climáticas, podrían formarse avalanchas que amenazasen la localidad protegida. Son necesarios años de observación y medición de la nieve en la zona para determinar correctamente la colocación, estructura y dimensiones de las barreras, que además deben contar con un determinado grado de permeabilidad, para permitir que las avalanchas menores y los corrimientos superficiales de tierras atraviesen varias filas de barreras sin causar daños. Si la permea- bilidad no es suficiente, existe el peligro de que la nieve se apile tras las barreras y que posteriores avalanchas se deslicen sobre ellas sin impedimento alguno, arrastrando a su paso mayores masas de nieve.

jueves, 12 de marzo de 2009

Medidas de control ambiental en interiores

La experiencia demuestra que la mayoría de los problemas de los ambientes interiores son consecuencia de decisiones tomadas durante el diseño y la construcción del edificio. Aunque estos problemas pueden resolverse más adelante tomando medidas correctivas, hay que señalar que es más eficaz y rentable prevenir y corregir las deficiencias durante el diseño del edificio.
La gran variedad de las posibles fuentes de contaminación determina la multiplicidad de las medidas correctivas que pueden tomarse para mantenerlas bajo control. En el diseño de un edificio intervienen profesionales de diversos campos, como arquitectos, ingenieros, interioristas y otros. Por consiguiente, en esta fase es importante tener en cuenta los diferentes factores que contribuyen a eliminar o minimizar los problemas que pueden surgir en el futuro a causa de la mala calidad del aire. Los factores que es preciso considerar son:
• la elección del solar;
• el diseño arquitectónico;
• la elección de los materiales,
• los sistemas de ventilación y aire acondicionado utilizados para controlar la calidad del aire en interiores.

miércoles, 11 de marzo de 2009

CONTROL AMBIENTAL EN INTERIO

No es difícil explicar qué fue lo que provocó las quejas: se construyen edificios cada vez más herméticos, se reduce el volumen de aire de ventilación, se utilizan más productos y materiales para aislar los edificios térmicamente, se multiplica y diversifica el número de productos químicos y materiales sintéticos utilizados y gradualmente se pierde el control individual del ambiente. Todo ello se traduce en un ambiente interior cada vez más contaminado.
Es entonces cuando los ocupantes de los edificios cuyo ambiente se ha degradado reaccionan, en su mayor parte, quejándose del ambiente en el que viven y presentando síntomas clínicos. Los síntomas más frecuentes son la irritación de las membranas mucosas (ojos, nariz y garganta), dolores de cabeza, insuficiencias respiratorias y una mayor incidencia de resfriados, alergias y demás.
A la hora de definir las posibles causas de tales quejas, la aparente sencillez de esta tarea se convierte en complejidad cuando se intenta establecer una relación causa-efecto. En este caso, es preciso considerar todos los factores (ya sean ambientales o de otro tipo) y su relación con las quejas o los problemas de salud que han aparecido.
La conclusión (después de muchos años de estudiar la cues- tión) es que estos problemas tienen muy diversas causas. Son excepciones aquellos casos en los que se ha establecido claramente la relación causa-efecto, como en el caso del brote de legionelosis, por ejemplo, o los problemas de irritación o de incremento de la sensibilidad debidos a la exposición al formal- dehído.
El fenómeno recibe el nombre de síndrome del edificio enfermo y se define como los síntomas que afectan a los ocupantes de un edificio en el que las quejas derivadas de malestares físicos son más frecuentes de lo que podría esperarse razonablemente.
En la Tabla 45.1 se presentan algunos ejemplos de contami- nantes y las fuentes de emisiones más comunes que pueden asociarse con una disminución de la calidad del aire en interiores.
Además de la calidad del aire interior, que resulta afectada por contaminantes químicos y biológicos, el síndrome del edificio enfermo se atribuye a muchos otros factores. Algunos son físicos, como el calor, el ruido y la iluminación; otros son psicosociales, entre los cuales destacan la organización del trabajo, las relaciones laborales, el ritmo de trabajo y la carga de trabajo.
El aire interior desempeña un papel muy importante en el síndrome del edificio enfermo y, por consiguiente, controlar su calidad puede contribuir, en la mayoría de los casos, a rectificar o mejorar las condiciones que dan lugar a la aparición del síndrome. Con todo, conviene recordar que la calidad del aire no es el único factor que hay que considerar a la hora de evaluar ambientes interiores.



lunes, 9 de marzo de 2009

CONTROL AMBIENTAL EN INTERIORES: PRINCIPIOS GENERALES


Las personas que viven en áreas urbanas pasan entre el 80 y el 90 % de su tiempo realizando actividades sedentarias en espacios interiores, tanto durante el trabajo como durante el tiempo de ocio (véase la Figura 45.1).
Este hecho ha llevado a la creación de ambientes interiores más confortables y homogéneos que los exteriores, sujetos a condiciones climáticas variables. Para ello, ha sido necesario acondicionar el aire de estos espacios, calentándolo en invierno y enfriándolo en verano.
Para que el sistema de acondicionamiento fuera eficaz y rentable, había que controlar el aire que entraba en los edificios desde el exterior, cuyas características térmicas eran contrarias a las deseadas. Ello se tradujo en edificios cada vez más herméticos y en un control más riguroso de la cantidad de aire exte riior utilizada para renovar las atmósferas interiores más
viciadas.
Con la crisis energética de principios del decenio de 1970 —y la consiguiente necesidad de ahorrar energía— cambió la situación, se redujo drásticamente el volumen de aire exterior utilizado para ventilación. Lo que se hacía entonces era reciclar muchas veces el aire del edificio. Por supuesto, el objetivo era reducir el coste del acondicionamiento del aire. Pero comenzó a ocurrir otra cosa: aumentó considerablemente el número de quejas, molestias y problemas de salud de los ocupantes de los edificios. Lo cual, a su vez, repercutió en los costes sociales y financieros debidos al absentismo y llevó a los especialistas a estudiar el origen de las quejas que, hasta entonces, se pensaban ajenas a la contaminación.

domingo, 8 de marzo de 2009

Fuentes dentro del edificio: Productos de consumo y otras fuentes de contaminación interior

La diversidad y número de productos de consumo y domésticos varía constantemente, y sus emisiones químicas dependen de cómo se utilizan. Entre los productos que pueden influir en los niveles de COV en el interior se encuentran los aerosoles, los artí- culos de higiene personal, los disolventes, los adhesivos y las pinturas. En la Tabla 44.4 se muestran los principales compo- nentes químicos presentes en varios productos de consumo.
Otros COV se han asociado a otras fuentes. El cloroformo se introduce en el aire interior principalmente a consecuencia de la dispensación o calentamiento de agua corriente. Las copiadoras de proceso líquido liberan isodecanos al aire. Está muy exten- dido el uso de insecticidas para combatir las cucarachas, las termitas, las pulgas, las moscas, las hormigas y los ácaros, y se encuentran en forma de pulverizadores, nebulizadores, polvos, tiras impregnadas, cebos y collares para animales. Algunos de los compuestos son diazinón, paradiclorobenceno, pentacloro- fenol, clordano, malatión, naftaleno y aldrín. También son fuentes de contaminación los ocupantes de la oficina (dióxido de carbono y olores), los materiales de oficina (COV y ozono), los mohos (COV, amoníaco, dióxido de carbono), la tierra contami- nada (metano, COV), los depuradores de aire eléctricos y los generadores de iones negativos (ozono).

sábado, 7 de marzo de 2009

Fuentes dentro del edificio: Materiales y mobiliario de edificios (II)


El aglomerado se fabrica a partir de partículas finas de madera (aproximadamente de 1 mm) que se mezclan con resinas de FU (entre 6 y 8 % del peso) y se prensan en forma de paneles de madera. Se utiliza mucho para suelos, paneles de pared, estanterías y piezas de armarios y muebles. Las láminas de madera dura están unidas con resina de FU y se utilizan habitualmente para paneles de pared decorativos y piezas de muebles. Los paneles de fibra de densidad media (PFDM) tienen partículas de madera más finas que las utilizadas en los aglomerados, y también están unidas con resina de FU. Los PFDM se utilizan sobre todo en la fabricación de muebles. La fuente principal de formaldehído en todos estos productos es el que queda atrapado como residuo en el proceso de fabricación de la resina, en el que se requieren cantidades excesivas de formaldehído para que reaccione con la urea. Por consiguiente, cuanto más nuevo es el producto, mayor será la emisión, que irá disminuyendo en función del grosor del producto, de la fuerza de emisión inicial, de la presencia de otras fuentes de formaldehído, del clima local y del comportamiento de los ocupantes. La tasa de descenso inicial de las emisiones puede ser del 50 % durante los primeros ocho o nueve meses, tras los cuales el proceso se va haciendo mucho más lento. Pueden producirse emisiones secundarias debidas a la hidrólisis de la resina de FU, por lo que las tasas de emisión aumentan durante períodos de temperatura y humedad elevadas. Tras grandes esfuerzos por parte de los fabricantes, se han elaborado materiales de emisión reducida utilizando en la producción de resina una relación más baja (próxima a 1:1) de urea y formaldehído, además de eliminadores de formaldehído. Su regulación y la demanda por parte de los consumidores han dado lugar a un uso extendido de estos productos en algunos países.
Los materiales de construcción y los muebles liberan muchos otros COV que han despertado cada vez más interés durante los decenios de 1980 y 1990. La emisión puede corresponder a una mezcla compleja de compuestos, aunque algunos de ellos pueden ser predominantes. En un estudio de 42 materiales de construcción se identificaron 62 especies químicas diferentes. Los COV eran principalmente hidrocarburos alifáticos y aromá- ticos, sus derivados de oxígeno y terpenos. Los compuestos con mayores concentraciones de emisión continuada, en orden decreciente, fueron: tolueno, m-xileno, terpeno, n-butilacetato,
n-butanol, n-hexano, p-xileno, etoxietilacetato, n-heptano y
o-xileno. La complejidad de la emisión hace que los informes sobre las emisiones y concentraciones en el aire se basen en la concentración o la liberación de los compuestos orgánicos volátiles totales (COVT). En la Tabla 44.3 se dan ejemplos de las tasas de emisión de COVT para varios materiales de construcción. En ellos se observa que existen diferencias importantes en las emisiones entre unos productos y otros, lo que significa que si se dispusiera de datos suficientes se podrían elegir los materiales adecuados en la fase de planificación para reducir al mínimo la liberación de COV en edificios de nueva construcción.
Se ha demostrado que los conservantes de la madera son una fuente de pentaclorofenol y lindano en el aire y en el polvo del interior de los edificios. Se utilizan fundamentalmente para la protección de la madera frente a la exposición atmosférica y también en biocidas aplicados para evitar la desecación de la madera y el control de los insectos.




viernes, 6 de marzo de 2009

Fuentes dentro del edificio: Materiales y mobiliario de edificios (I)

Los materiales que más interés han despertado como fuentes de contaminación del aire interior han sido los tableros a base de madera que contienen resina de formaldehído ureico (FU) y los aislantes de paredes mediante una cámara de aire con FU. El formaldehído que emiten estos productos eleva los niveles del mismo en los edificios, fenómeno que se ha asociado a numerosos casos de mala calidad del aire interior en países desarrollados, en particular a finales del decenio de 1970 y principios del de 1980. En la Tabla 44.2 se presentan ejemplos de materiales que liberan formaldehído en los edificios, y se muestra que las tasas más elevadas de emisión pueden estar asociadas a los objetos con base de madera y los aislantes de paredes con FU, de uso muy común.

jueves, 5 de marzo de 2009

Duración de los turnos: Las exigencias fisiológicas

Las exigencias fisiológicas se deben tomar en consideración. Según Bonjer (1971), la tasa aceptable de consumo de oxígeno durante una jornada de 8 horas se sitúa alrededor o por debajo del 30 % del consumo máximo de oxígeno, y durante una jornada de 12 horas debe situarse aproximadamente en el 23 % o menos del consumo máximo. Como el consumo de oxígeno se incrementa con las exigencias físicas del puesto de trabajo, parece inferirse de ello que la jornada de 12 horas sólo es acep- table para los trabajos que exijan esfuerzo físico ligero. Sin embargo, incluso en este supuesto, si el estrés psíquico o mental generado por el trabajo es demasiado intenso, las jornadas prolongadas no resultan aconsejables. El estrés y la tensión espeíficos de un determinado lugar de trabajo debe ser objeto de una evaluación precisa por personal experto antes de implantar una jornada de trabajo prolongada.
Uno de los posibles inconvenientes de los turnos de doce horas, especialmente si se trata de trabajar de noche, es el aumento de la fatiga. Por lo tanto, el sistema de turnos se debe diseñar de modo que se prevenga la acumulación de fatiga; esto es, hay que evitar toda sucesión prolongada de jornadas de 12 horas, y procurar que el turno de día no comience demasiado pronto. Koller y cols. (1991) recomiendan limitar a uno o dos el número de jornadas consecutivas de trabajo nocturno. Esta recomendación se apoya en los resultados positivos obtenidos en los estudios de los sistemas de turnos basados en jornadas discontinuas de 12 horas de trabajo nocturno (Nachreiner y cols.
1975; Nedeltcheva y cols. 1990). En la muestra de un estudio belga, la duración de la jornada se había aumentado a nueve horas comenzando el trabajo una hora antes por la mañana (Moors 1990). El turno de día se iniciaba a las 06:30 horas en lugar de una hora después y, en un sistema de dos turnos, el de mañana se adelantó una hora para comenzar a las 05:00 horas En una semana laboral de 5 días, estos regímenes llevan a una acumulación del déficit de sueño y a quejas de cansancio. El autor recomienda que los turnos empiecen como en los regímenes antiguos y que el turno correspondiente se alargue una hora por la tarde.
Nuestros conocimientos son muy limitados en lo que atañe al problema de la exposición y eliminación de las sustancias tóxicas durante el tiempo libre, y su relación con jornadas de trabajo prolongadas (Bolt y Rutenfranz 1988). Los límites a la exposi- ción se suelen basar en una exposición de 8 horas y no se pueden extrapolar de forma lineal a una jornada de 12 horas. Aunque algunos autores (como Hickey y Reist 1997; OSHA 1978; Brief y Scala 1986; Koller y cols. 1991) han propuesto fórmulas matemáticas para adaptar estas exposiciones a los horarios de trabajo que se desvían de la jornada usual de
8 horas, ninguno de estos métodos ha sido aceptado generalmente.
Al diseñar los sistemas de turnos se deben tomar en considera- ción la carga de trabajo, el medio ambiente de trabajo y las condiciones imperantes fuera del lugar de trabajo. Ong y Kogi
(1990) informan de que “el caluroso clima tropical y los ruidosos bloques de vivienda de Singapur no facilitaban el descanso de los trabajadores que tenían que dormir de día”. Estas condiciones contribuían a incrementar la fatiga y a mermar la productividad durante la jornada de 12 horas del día siguiente. Otra fuente de preocupación por el bienestar de los trabajadores se refiere al empleo que hacen los que trabajan por turnos de sus largos períodos de tiempo libre. En algunos estudios se subraya la tendencia a ocupar este tiempo con el pluriempleo lo que aumenta su carga total de trabajo (Angersbach y cols. 1980; Wallace 1989; Ong y Kogi 1990). Al diseñar los sistemas de turnos de 12 horas es igualmente preciso tomar en considera- ción otros factores sociales, como el desplazamiento al lugar de trabajo, las circunstancias personales, el apoyo social y los acon- tecimientos cotidianos (Tsaneva y cols. 1990).

miércoles, 4 de marzo de 2009

Duración de los turnos

Los hallazgos contradictorios de los estudios del efecto de una jornada laboral extensa no permiten formular una recomendación general sobre las jornadas prolongadas (Kelly y Schneider 1982; Tepas 1985). Una jornada prolongada, de entre 9 y 12 horas, sólo es aconsejable en los casos siguientes (Knauth y Rutenfranz 1982; Wallace 1989; Tsaneva y cols. 1990; Ong y Kogi 1990):

1. Si tanto la naturaleza como la carga de trabajo son adecuadas para una jornada laboral extensa.
2. Si el sistema de turnos se ha diseñado con la finalidad de reducir la fatiga acumulada.
3. Si funciona un sistema eficaz de cobertura del absentismo.
4. Si no se trabajan horas extraordinarias.
5. Si la exposición a los agentes tóxicos es limitada.
6. Si resulta factible una recuperación plena al cabo de la jornada de trabajo y un elevado nivel de aceptación del


horario laboral (por ejemplo, vivienda, problemas familiares, desplazamientos hacia y desde el lugar de trabajo, clima, exclusión del pluriempleo, etc.).

martes, 3 de marzo de 2009

Sistemas de tur nos de rotación rápida o de rotación lenta

Los turnos de rotación más rápida son más ventajosos que los de rotación semanal. En efecto, una rotación rápida mantiene la orientación diurna del ritmo circadiano, y así evita un estado de perturbación permanente impuesto por el ajuste parcial a unas orientaciones diurnas y nocturnas alternantes. Una sucesión de jornadas de trabajo en el turno de noche puede producir una acumulación de falta de sueño, esto es, una falta de sueño crónica(Tebas y Mahan 1989; Folkard y cols. 1990). A largo plazo, esta situación podría tener un “coste” biológico o, incluso, provocar problemas de salud. No obstante, no existe un estudio epidemio- lógico riguroso en el que se comparen los efectos respectivos del trabajo por turnos regulares de rotación rápida y lenta. Los grupos analizados en la mayoría de los estudios publicados no son comparables por lo que respecta a la pirámide de edades, el contenido del puesto de trabajo, el nivel de autoselección, etc.
(por ejemplo, Tasto y cols. 1978; Costa y cols. 1981) y, en otros casos, los trabajadores adscritos a turnos fijos de mañana, tarde o noche aparecen agrupados en una sola categoría (Jamal y Jamal 1982). En algunos estudios de campo longitudinales (Williamson y Sanderson 1986; Knauth y Kiesswetter 1987; Knauth y Schönfelder 1990; Hornberger 1995; Knauth 1996) se han analizado los efectos del paso de un turno semanal a un turno de rotación más rápida. En los 27 grupos de trabajadores por turnos estu- diados, la mayoría de los encuestados se manifestaron a favor de los grupos de rotación más rápida al cabo de un período de prueba. En resumen, los turnos de rotación rápida son preferibles a los de rotación más lenta. En cambio, Åkerstedt (1988) discrepa de esta aserción, dado que la mayor somnolencia suele producirse durante la primera jornada de trabajo nocturno, por causa del intenso ajetreo anterior. El autor recomienda la rotación lenta.
Otro argumento a favor del sistema de turnos de rotación rápida es que los trabajadores tienen tardes libres todas las semanas y, por tanto, contactos más regulares con amigos y compañeros que en los turnos semanales. Sobre la base de un análisis de los elementos periódicos del tiempo de trabajo y de ocio, Hedden y cols. (1990) postulan que los sistemas de rotación que facilitan una sincronización más breve y más frecuente de la vida laboral con la actividad social producen menos perturbación que los esquemas de rotación que inducen una sincronización más prolongada, pero menos frecuente.

lunes, 2 de marzo de 2009

Trastornos sistémicos: Agotamiento por calor

El agotamiento por calor es el trastorno más común provocado por el calor que se observa en la práctica clínica. Se produce como resultado de una deshidratación severa tras perderse una gran cantidad de sudor. Es típico en personas jóvenes por lo demás sanas que realizan un esfuerzo físico prolongado (agota- miento por calor inducido por el esfuerzo), como corredores de maratón, personas que practican deportes al aire libre, reclutas militares y trabajadores de la construcción. La principal caracte- rística de este trastorno es una deficiencia circulatoria causada por depleción hídrica y/o salina. Puede considerarse como un estadio incipiente del golpe de calor que, si no recibe tratamiento, puede progresar a éste último. Tradicionalmente se han distin- guido dos tipos de agotamiento por calor: el provocado por depleción hídrica y el provocado por depleción salina, aunque con frecuencia se da una mezcla de ambos tipos.
El agotamiento por calor producido por depleción hídrica aparece como resultado de una intensa y prolongada sudoración y una ingesta insuficiente de agua. Puesto que el sudor contiene iones de sodio en una concentración que oscila entre 30 y
100 miliequivalentes por litro, menor que su concentración plas- mática, la sudoración profusa causa déficit hídrico (reducción del contenido de agua corporal) e hipernatremia (aumento de la concentración plasmática de sodio). El agotamiento por calor se caracteriza por sed, debilidad, fatiga, atontamiento, ansiedad, oliguria (reducción de la excreción de orina), taquicardia (pulso acelerado) e hipertermia moderada (39 ºC o superior). La deshi- dratación produce también una reducción de la sudoración, un aumento de la temperatura cutánea y un aumento de las concentraciones plasmáticas de proteínas y sodio y del hematocrito (proporción entre el volumen de hematíes y el volumen de sangre).
El tratamiento consiste en trasladar a la víctima a un lugar fresco, permitir que descanse tumbada con las rodillas levantas, humedecer su cuerpo con una toalla o esponja fría y reponer los líquidos perdidos por vía oral o, si la ingestión oral es imposible, por infusión intravenosa. La cantidad de agua y sal repuesta debe vigilarse estrechamente, así como la temperatura y el peso corpo- rales. La ingestión de agua no debe regularse según la sed que tenga la víctima, especialmente cuando los líquidos perdidos se reponen con agua del grifo, porque la dilución de la sangre apaga inmediatamente la sensación de sed, retrasando así la recuperación del equilibrio hídrico del organismo. El fenómeno de ingestión insuficiente de agua se llama deshidratación volun- taria. Además, el suministro de agua sin suplemento de sales puede complicar los trastornos por calor, según se describe más adelante. La deshidratación de más del 3 % del peso corporal debe siempre tratarse con reposición de agua y electrolitos.
El agotamiento por calor como consecuencia de depleción salina se produce tras una intensa y prolongada sudoración y una reposición insuficiente de agua y sales. Su aparición se ve favore- cida por una aclimatación incompleta, vómitos, diarrea, etc. Es un tipo de agotamiento por calor que suele aparecer unos días después de la depleción hídrica. Es más común en personas sedentarias de edad avanzada expuestas al calor que han bebido una gran cantidad de agua para calmar su sed. Los síntomas más frecuentes son cefalea, atontamiento, debilidad, fatiga, náuseas, vómitos, diarrea, anorexia, espasmos musculares y confusión mental. En los análisis de sangre se observa un menor volumen plasmático, un aumento del hematocrito y de los niveles plasmá- ticos de proteínas e hipercalcemia (exceso de calcio en sangre). En estos casos, la detección precoz y un tratamiento rápido son fundamentales, consistiendo este último en trasladar al paciente a un lugar fresco, permitir que descanse tumbado y reponer el agua y los electrolitos. Deben vigilarse la osmolaridad o la densidad específica de la orina, así como las concentraciones plasmáticas de urea, sodio y cloro, la temperatura corporal y la ingesta de agua y sales. Si la víctima recibe un tratamiento adecuado, normalmente se empieza a sentir mejor al cabo de unas horas y se recupera sin secuelas. De lo contrario, puede evolucionar en poco tiempo a un golpe de calor.

domingo, 1 de marzo de 2009

Trastornos sistémicos: Calambres por calor

Los calambres por calor pueden aparecer tras una intensa sudoración como consecuencia de un trabajo físico prolongado. Aparecen espasmos dolorosos en las extremidades y en los músculos abdominales sometidos a un trabajo intenso y a la fatiga, aunque la temperatura corporal apenas aumenta. Esos calambres están causados por la depleción salina que se produce cuando la pérdida hídrica resultante de una sudoración profusa y prolongada se repone con agua no suplementada con sal y cuando los niveles circulantes de sodio descienden por debajo de un nivel crítico. Los calambres por calor son, en sí mismos, relativamente inocuos. Suelen afectar a personas en buena forma física que son capaces de realizar un esfuerzo físico prolongado y antiguamente se conocían como “calambres del minero” o “calambres del cortador de cañas” porque afectaban con frecuencia a estos trabajadores.
El tratamiento de los calambres por calor consiste en interrumpir la actividad, descansar en un lugar fresco y reponer los líquidos y electrolitos perdidos. La exposición al calor debe evitarse durante al menos 24 o 48 horas.