Los efectos hereditarios de la irradiación, aunque bien documentados en otros organismos, no se han observado todavía en seres humanos. Por ejemplo, el estudio intensivo de más de 76.000 hijos de supervivientes japoneses de la bomba atómica, llevado a cabo a lo largo de cuatro decenios, no ha logrado desvelar efectos hereditarios de la radiación en esta población, medidos por desenlaces indeseados de la gestación, muertes neonatales, procesos malignos, reordenaciones cromosómicas equilibradas, aneuploidia de los cromosomas sexuales, alteraciones de los feno- tipos de proteínas del suero o eritrocitos, cambios en la relación de sexos o alteraciones del crecimiento y del desarrollo (Neel, Schull y Awa 1990). Por lo tanto, las estimaciones de los riesgos de efectos hereditarios de la radiación deben basarse en gran medida en la extrapolación a partir de hallazgos en ratones de laboratorio y otros animales de experimentación (NAS 1990; UNSCEAR 1993).
De los datos experimentales y epidemiológicos disponibles se deduce que la dosis necesaria para doblar la tasa de mutaciones hereditarias en células embrionarias humanas debe ser de 1,0 Sv como mínimo (NAS 1990; UNSCEAR 1993). En consecuencia, se estima que menos del 1 % de las enfermedades determinadas genéticamente en la población humana pueden atribuirse a la irradiación de fondo natural (Tabla 48.6).
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