miércoles, 28 de enero de 2015

Planes para el control de la calidad del aire (I)

La vigilancia de la calidad del aire tiene como objetivo conservar la pureza ambiental estableciendo los límites tolerables de conta- minación y dejando en manos de las administraciones locales y los contaminadores el diseño y la adopción de medidas para garantizar que no se supere ese grado de contaminación. Un ejemplo de este tipo de legislación es el establecimiento de normas sobre la calidad atmosférica basadas, en la mayoría de los casos, en directrices sobre la calidad atmosférica (OMS 1987) para los diferentes contaminantes. Estas normas suelen indicar los niveles máximos permisibles de contaminantes (o indicadores de la contaminación) por zonas (p. ej., a nivel del suelo en un lugar específico del municipio en cuestión) y pueden ser de tipo primario o secundario. Las normas primarias (OMS 1980) establecen los niveles máximos de contaminación compatibles con un margen de seguridad adecuado y con la protección de la salud pública, debiendo alcanzarse en un cierto plazo de tiempo. Las normas secundarias son aquellas que se juzgan necesarias para garantizar la protección contra efectos adversos, conocidos o previstos, de peligros que no afectan a la salud (sino principal- mente a la vegetación), debiendo cumplirse dentro de “un plazo de tiempo razonable”. Las normas sobre la calidad atmosférica establecen valores a corto, medio y largo plazo que deben mante- nerse 24 horas al día, siete días a la semana, para la exposición mensual, estacional o anual de todos los seres vivos (incluidos los más vulnerables, como niños, ancianos y enfermos) al igual que para objetos inanimados. Estas limitaciones contrastan con los máximos niveles permisibles de exposición en el trabajo, que se refieren a una exposición semanal parcial (p. ej., 8 horas al día,
5 días a la semana) de adultos y trabajadores supuestamente sanos.
Entre las medidas típicas de vigilancia de la calidad atmosférica se encuentran los controles de las propias fuentes como, por ejemplo, uso obligatorio de catalizadores en los vehículos o imposición de límites a las emisiones de los incineradores, plani- ficación del uso del suelo, cierre de fábricas o reducción de tráfico en condiciones climáticas desfavorables. El control óptimo de la calidad atmosférica exige que se reduzcan al mínimo las emisiones contaminantes a la atmósfera. Estos mínimos se definen básicamente como el nivel de contaminación que se permite a cada fuente emisora y pueden alcanzarse, por ejemplo, utilizando sistemas confinados o instalando colectores y depuradores de alta eficiencia. Un límite de emisión se expresa como la cantidad o la concentración de contaminante que se permite como máximo a una sola fuente. Este tipo de legislación implica la necesidad de decidir, para cada industria, la forma óptima de controlar las emisiones (es decir, fijando unos límites de emisión).

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