En las regiones cálidas y templadas, las mordeduras de serpiente suponen un peligro mortal para ciertas categorías de trabajadores: agricultores, taladores de bosques, trabajadores de la construcción y de las obras públicas, pescadores, buscadores de setas, encantadores de serpientes, empleados de zoológicos y personal de laboratorio encargado de la preparación de sueros antiveneno. La gran mayoría de las serpientes son inofensivas para el ser humano, pero otras pueden causar lesiones graves por sus mordeduras venenosas; las especies peligrosas se encuentran tanto entre las serpientes terrestres (colúbridos y vipéridos) como entre las acuáticas (hidrofidios) (Rioux y Juminer 1983).
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS 1995), las mordeduras de serpiente causan unas 30.000 muertes al año en Asia, unas 1.000 muertes en Africa y otras tantas en Sudamé- rica. En determinados países se dispone de estadísticas más detalladas. En México, todos los años se registran más de 63.000 mordeduras de serpiente y picaduras de escorpión, que en total originan más de 300 muertes. En Brasil se producen al año unas 20.000 mordeduras de serpiente y entre 7.000 y 8.000 picaduras de escorpión, con una tasa de mortalidad del 1,5 % para las mordeduras de serpiente y entre un 0,3 % y un 1 % para las picaduras de escorpión. Según un estudio realizado en Ouagadougou, Burkina Faso, en la periferia de las ciudades se producen 7,5 mordeduras de serpiente por 100.000 habitantes y, en las zonas rurales, más de 69 por 100.000 habitantes, alcanzando aquí la tasa de mortalidad un 3 %.
Las mordeduras de serpiente son también un problema en los países desarrollados. En Estados Unidos se registran todos los años unas 45.000 mordeduras de serpiente, aunque debido a la facilidad de acceso a la asistencia médica el número de muertes anuales oscila entre 9 y 15. En Australia, en donde existen algunas de las serpientes más venenosas del mundo, se estima que el número anual de mordeduras de serpiente oscila entre 300 y 500, con un promedio de dos muertes.
Los cambios medioambientales, particularmente la deforesta- ción, pueden haber causado la desaparición de muchas especies de serpientes en Brasil. Sin embargo, el número de casos decla- rados de mordeduras de serpiente no se ha reducido, ya que en algunas de las zonas deforestadas han proliferado otras especies, en ocasiones más peligrosas (OMS 1995).
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS 1995), las mordeduras de serpiente causan unas 30.000 muertes al año en Asia, unas 1.000 muertes en Africa y otras tantas en Sudamé- rica. En determinados países se dispone de estadísticas más detalladas. En México, todos los años se registran más de 63.000 mordeduras de serpiente y picaduras de escorpión, que en total originan más de 300 muertes. En Brasil se producen al año unas 20.000 mordeduras de serpiente y entre 7.000 y 8.000 picaduras de escorpión, con una tasa de mortalidad del 1,5 % para las mordeduras de serpiente y entre un 0,3 % y un 1 % para las picaduras de escorpión. Según un estudio realizado en Ouagadougou, Burkina Faso, en la periferia de las ciudades se producen 7,5 mordeduras de serpiente por 100.000 habitantes y, en las zonas rurales, más de 69 por 100.000 habitantes, alcanzando aquí la tasa de mortalidad un 3 %.
Las mordeduras de serpiente son también un problema en los países desarrollados. En Estados Unidos se registran todos los años unas 45.000 mordeduras de serpiente, aunque debido a la facilidad de acceso a la asistencia médica el número de muertes anuales oscila entre 9 y 15. En Australia, en donde existen algunas de las serpientes más venenosas del mundo, se estima que el número anual de mordeduras de serpiente oscila entre 300 y 500, con un promedio de dos muertes.
Los cambios medioambientales, particularmente la deforesta- ción, pueden haber causado la desaparición de muchas especies de serpientes en Brasil. Sin embargo, el número de casos decla- rados de mordeduras de serpiente no se ha reducido, ya que en algunas de las zonas deforestadas han proliferado otras especies, en ocasiones más peligrosas (OMS 1995).
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