Se ha estimado que las inundaciones representan el 40 % de las catástrofes mundiales y producen los daños más graves. La inun- dación más letal conocida en toda la Historia se produjo en el río Amarillo en 1887, cuando el río desbordó diques de una altura de 70 pies, destruyendo once ciudades y trescientos pueblos. Se calcularon 900.000 víctimas mortales. En 1969, el número de muertos se situó en torno a los cientos de miles en la provincia de Shantung, en China, cuando todo el valle del río Amarillo se vio inundado por oleajes tormentosos. En enero de 1967, una inundación repentina en Río de Janeiro causó la muerte a
1.500 personas. En 1974, lluvias intensas inundaron Bangladesh y ocasionaron 2.500 muertos. En 1963, lluvias intensas provocaron un enorme corrimiento de tierras que cayó sobre el lago situado detrás de la presa de Vaiont en el norte de Italia, empujando 100 millones de toneladas de agua sobre la presa y causando 2.075 muertes (Frazier 1979). En 1985, en Puerto Rico cayeron, en un espacio de diez horas, entre 7 y 15 pulgadas de lluvia, ocasionando la muerte a 180 personas (French y Holt 1989).
Las inundaciones fluviales se han controlado gracias a la ingeniería y a una mayor forestación de las vertientes (Frazier 1979). No obstante, en los últimos años se han incrementado las inun- daciones repentinas, que constituyen la primera causa de muertes relacionadas con fenómenos atmosféricos en Estados Unidos. El aumento de las muertes debidas a inundaciones repentinas se atribuye al crecimiento de la población y a la mayor urbanización de zonas muy proclives a este tipo de inundaciones (Mogil, Monro y Groper 1978).
El paso rápido del agua, junto con materiales como rocas y árboles caídos, son la primera causa de morbilidad y mortalidad relacionada con inundaciones. Algunos estudios realizados en Estados Unidos han demostrado que en las inundaciones se registra una elevada proporción de ahogados en coches; se trata de personas que se desplazan en coche hacia zonas bajas o por puentes inundados; se quedan atascadas en zonas de aguas altas o se ven bloqueadas por materiales, quedando atrapadas dentro del coche mientras les alcanzan las corrientes de agua (French y cols. 1983). Algunos estudios de seguimiento de víctimas de inundaciones muestran una pauta consistente de problemas psicológicos hasta cinco años después de la inundación (Melick 1976; Logue 1972). Otros estudios ponen de manifiesto un aumento significativo de la incidencia de hipertensión, afecciones cardiovasculares, linfoma y leucemia en víctimas de inundaciones, que algunos investigadores atribuyen a factores de estrés (Logue y Hansen 1980; Janerich y cols. 1981; Greene 1954). Se produce un mayor potencial de exposición a agentes biológicos y químicos cuando las inundaciones averían los sistemas de depuración de aguas y de evacuación de residuos, rompen depósitos subterráneos, desbordan zonas de residuos tóxicos o favorecen la propagación y dispersión de sustancias químicas almacenadas sobre el nivel del suelo (French y Holt 1989).
Aunque, en general, los trabajadores están expuestos a los mismos riesgos de inundaciones que la población general, algunos grupos profesionales corren mayor peligro. Los trabajadores de la limpieza presentan un alto riesgo de exposición a agentes biológicos y químicos tras inundaciones. Los trabaja- dores subterráneos, en especial los que trabajan en espacios cerrados, pueden verse atrapados en inundaciones repentinas. Los conductores de camiones y otros trabajadores de transportes corren un alto riesgo de mortalidad en vehículos a consecuencia de inundaciones. Como en otras catástrofes relacionadas con el clima, los bomberos, la policía y el personal médico de emergencia se enfrentan también a situaciones de alto riesgo.
1.500 personas. En 1974, lluvias intensas inundaron Bangladesh y ocasionaron 2.500 muertos. En 1963, lluvias intensas provocaron un enorme corrimiento de tierras que cayó sobre el lago situado detrás de la presa de Vaiont en el norte de Italia, empujando 100 millones de toneladas de agua sobre la presa y causando 2.075 muertes (Frazier 1979). En 1985, en Puerto Rico cayeron, en un espacio de diez horas, entre 7 y 15 pulgadas de lluvia, ocasionando la muerte a 180 personas (French y Holt 1989).
Las inundaciones fluviales se han controlado gracias a la ingeniería y a una mayor forestación de las vertientes (Frazier 1979). No obstante, en los últimos años se han incrementado las inun- daciones repentinas, que constituyen la primera causa de muertes relacionadas con fenómenos atmosféricos en Estados Unidos. El aumento de las muertes debidas a inundaciones repentinas se atribuye al crecimiento de la población y a la mayor urbanización de zonas muy proclives a este tipo de inundaciones (Mogil, Monro y Groper 1978).
El paso rápido del agua, junto con materiales como rocas y árboles caídos, son la primera causa de morbilidad y mortalidad relacionada con inundaciones. Algunos estudios realizados en Estados Unidos han demostrado que en las inundaciones se registra una elevada proporción de ahogados en coches; se trata de personas que se desplazan en coche hacia zonas bajas o por puentes inundados; se quedan atascadas en zonas de aguas altas o se ven bloqueadas por materiales, quedando atrapadas dentro del coche mientras les alcanzan las corrientes de agua (French y cols. 1983). Algunos estudios de seguimiento de víctimas de inundaciones muestran una pauta consistente de problemas psicológicos hasta cinco años después de la inundación (Melick 1976; Logue 1972). Otros estudios ponen de manifiesto un aumento significativo de la incidencia de hipertensión, afecciones cardiovasculares, linfoma y leucemia en víctimas de inundaciones, que algunos investigadores atribuyen a factores de estrés (Logue y Hansen 1980; Janerich y cols. 1981; Greene 1954). Se produce un mayor potencial de exposición a agentes biológicos y químicos cuando las inundaciones averían los sistemas de depuración de aguas y de evacuación de residuos, rompen depósitos subterráneos, desbordan zonas de residuos tóxicos o favorecen la propagación y dispersión de sustancias químicas almacenadas sobre el nivel del suelo (French y Holt 1989).
Aunque, en general, los trabajadores están expuestos a los mismos riesgos de inundaciones que la población general, algunos grupos profesionales corren mayor peligro. Los trabajadores de la limpieza presentan un alto riesgo de exposición a agentes biológicos y químicos tras inundaciones. Los trabaja- dores subterráneos, en especial los que trabajan en espacios cerrados, pueden verse atrapados en inundaciones repentinas. Los conductores de camiones y otros trabajadores de transportes corren un alto riesgo de mortalidad en vehículos a consecuencia de inundaciones. Como en otras catástrofes relacionadas con el clima, los bomberos, la policía y el personal médico de emergencia se enfrentan también a situaciones de alto riesgo.
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