Aunque los estudios epidemiológicos no han demostrado hasta ahora una relación causal entre la exposición al HTA y el cáncer de pulmón, es conveniente proteger a los trabajadores de la exposición al humo de tabaco ambiental en el lugar de trabajo. Tal concepto se apoya en la observación de que la exposición prolongada de personas no fumadoras al HTA en el lugar de trabajo puede causar un deterioro de la función pulmonar. Además, en ambientes profesionales con exposición a cancerígenos, el tabaquismo involuntario puede aumentar el riesgo de cáncer. En Estados Unidos, la Envi- ronmental Protection Agency ha clasificado el HTA como cancerí- geno del grupo A (cancerígenos humanos conocidos); por consiguiente, en Estados Unidos la ley exige la protección de los trabajadores frente a la exposición al HTA.
Pueden adoptarse varias medidas para proteger a las personas no fumadoras de la exposición al HTA: prohibir el consumo de tabaco en el lugar de trabajo, o al menos separar a los fuma- dores de los no fumadores donde sea posible, y asegurarse de que las habitaciones para fumadores tengan un sistema de aspi- ración de humos independiente. El enfoque más gratificante y, con mucho, más prometedor es ayudar a los trabajadores que fumen cigarrillos a intentar que abandonen su hábito.
El lugar de trabajo proporciona una excelente oportunidad de aplicar programas para dejar de fumar; de hecho, en numerosos estudios se ha demostrado que los programas en lugares de trabajo tienen resultados más satisfactorios que los programas en clínicas, debido a que los programas patrocinados por el empresario son más intensos y ofrecen incentivos económicos o de otro tipo (Inspector general de Sanidad de EE. UU. 1985). También se ha afirmado que la eliminación de las enfermedades pulmonares crónicas y del cáncer profesionales exige un intento de convertir a los fumadores en no fumadores. Además, las intervenciones en el lugar de trabajo, como los programas para dejar de fumar, pueden originar cambios duraderos en la reducción de algunos factores de riesgo cardiovascular para los trabajadores (Gomel y cols. 1993).
Pueden adoptarse varias medidas para proteger a las personas no fumadoras de la exposición al HTA: prohibir el consumo de tabaco en el lugar de trabajo, o al menos separar a los fuma- dores de los no fumadores donde sea posible, y asegurarse de que las habitaciones para fumadores tengan un sistema de aspi- ración de humos independiente. El enfoque más gratificante y, con mucho, más prometedor es ayudar a los trabajadores que fumen cigarrillos a intentar que abandonen su hábito.
El lugar de trabajo proporciona una excelente oportunidad de aplicar programas para dejar de fumar; de hecho, en numerosos estudios se ha demostrado que los programas en lugares de trabajo tienen resultados más satisfactorios que los programas en clínicas, debido a que los programas patrocinados por el empresario son más intensos y ofrecen incentivos económicos o de otro tipo (Inspector general de Sanidad de EE. UU. 1985). También se ha afirmado que la eliminación de las enfermedades pulmonares crónicas y del cáncer profesionales exige un intento de convertir a los fumadores en no fumadores. Además, las intervenciones en el lugar de trabajo, como los programas para dejar de fumar, pueden originar cambios duraderos en la reducción de algunos factores de riesgo cardiovascular para los trabajadores (Gomel y cols. 1993).
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