En 1985, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) revisó la asociación entre la exposición pasiva al humo de tabaco y el cáncer de pulmón en las personas no fuma- doras. Si bien en algunos estudios todos los no fumadores con cáncer de pulmón que habían comunicado exposición al HTA fueron entrevistados personalmente y habían proporcionado información detallada sobre la exposición (US National Research Council 1986; US EPA 1992; US Inspector general de Sanidad de EE. UU. 1986; Kabat y Wynder 1984), la IARC llegó a la siguiente conclusión:
Las observaciones que se han hecho hasta ahora sobre las personas no fumadoras son compatibles con un aumento del riesgo por tabaquismo ‘pasivo’ o una ausencia de riesgo. Con todo, el conocimiento de la naturaleza del humo de flujo central y del humo de flujo lateral, de los materiales absorbidos durante el tabaquismo ‘pasivo’ y de la relación cuantitativa entre la dosis y el efecto que habitualmente se observa en la exposición a cancerígenos lleva a la conclusión de que el tabaquismo pasivo da lugar a un cierto riesgo de padecer cáncer (IARC 1986).
Por tanto, existe una dicotomía evidente entre los datos experimentales que respaldan la idea de que el HTA entraña un riesgo de padecer cáncer, y los datos epidemiológicos, que no son concluyentes en lo que se refiere a la exposición al HTA y el riesgo de cáncer. Los datos experimentales, incluidos los estudios con indicadores biológicos, han reforzado aún más la teoría de que el HTA es cancerígeno, como se comentó anteriormente. Analizaremos ahora hasta qué punto los estudios epidemioló- gicos que se han completado desde el citado informe de la IARC han contribuido a aclarar la cuestión del cáncer de pulmón y el HTA.
Basándose en los primeros estudios epidemiológicos y en unos 30 estudios publicados después de 1985, la exposición de los no fumadores al HTA constituyó un factor de riesgo de cáncer de pulmón inferior a 2,0, en relación con el riesgo de un no fumador sin exposición importante al HTA (US Environmental Protection Agency 1992; Kabat y Wynder 1984; IARC 1986; Brownson y cols. 1992; Brownson y cols. 1993). Pocos o ninguno de estos estudios epidemiológicos cumplen los criterios de causalidad en la asociación entre un factor ambiental o profesional y el cáncer de pulmón. Los criterios que cumplen estos requisitos son:
Las observaciones que se han hecho hasta ahora sobre las personas no fumadoras son compatibles con un aumento del riesgo por tabaquismo ‘pasivo’ o una ausencia de riesgo. Con todo, el conocimiento de la naturaleza del humo de flujo central y del humo de flujo lateral, de los materiales absorbidos durante el tabaquismo ‘pasivo’ y de la relación cuantitativa entre la dosis y el efecto que habitualmente se observa en la exposición a cancerígenos lleva a la conclusión de que el tabaquismo pasivo da lugar a un cierto riesgo de padecer cáncer (IARC 1986).
Por tanto, existe una dicotomía evidente entre los datos experimentales que respaldan la idea de que el HTA entraña un riesgo de padecer cáncer, y los datos epidemiológicos, que no son concluyentes en lo que se refiere a la exposición al HTA y el riesgo de cáncer. Los datos experimentales, incluidos los estudios con indicadores biológicos, han reforzado aún más la teoría de que el HTA es cancerígeno, como se comentó anteriormente. Analizaremos ahora hasta qué punto los estudios epidemioló- gicos que se han completado desde el citado informe de la IARC han contribuido a aclarar la cuestión del cáncer de pulmón y el HTA.
Basándose en los primeros estudios epidemiológicos y en unos 30 estudios publicados después de 1985, la exposición de los no fumadores al HTA constituyó un factor de riesgo de cáncer de pulmón inferior a 2,0, en relación con el riesgo de un no fumador sin exposición importante al HTA (US Environmental Protection Agency 1992; Kabat y Wynder 1984; IARC 1986; Brownson y cols. 1992; Brownson y cols. 1993). Pocos o ninguno de estos estudios epidemiológicos cumplen los criterios de causalidad en la asociación entre un factor ambiental o profesional y el cáncer de pulmón. Los criterios que cumplen estos requisitos son:
1. un grado de asociación bien establecido (factor de riesgo 3);
2. capacidad de reproducción de la observación en una serie de estudios;
3. concordancia entre la duración de la exposición y el efecto,
4. verosimilitud biológica.
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