La idea de que es el aire, y en particular el aire inmóvil, el que proporciona aislamiento, sugiere que las capas gruesas de aire aumentan el aislamiento. Y no deja de ser cierto, aunque el grosor de las capas de aire está físicamente limitado. Las capas se forman por adhesión de moléculas de gas a cualquier superficie, por cohe- sión de una segunda capa de moléculas a la primera, y así sucesivamente. Con todo, las fuerzas que unen a las sucesivas capas son cada vez más débiles, de manera que las moléculas exteriores se mueven incluso con movimientos externos de aire muy pequeños. Cuando el aire está inmóvil, las capas de aire pueden tener un grosor de hasta 12 mm, pero cuando el movimiento del aire aumenta, como en el caso de una tormenta, el grosor se reduce a menos de 1 mm. En general, existe una relación de raíz cuadrada entre el grosor de las capas de aire y el movimiento del aire (véase el recuadro de “Fórmulas y Definiciones”). La función exacta depende del tamaño y la forma de la superficie.
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