Hay veces en que no es posible evitar las emisiones de ciertas fuentes de contaminación, como en el caso de las emisiones debidas a los ocupantes del edificio. Entre ellas se incluyen el dióxido de carbono y los efluvios biológicos, la presencia de mate- riales con propiedades no controladas de ninguna manera o la realización de las tareas diarias. En estos casos, una forma de reducir los niveles de contaminación es a través de sistemas de ventilación y otros medios utilizados para limpiar el aire interior.
La ventilación es una de las opciones en las que más se confía para reducir la concentración de contaminantes en espacios interiores. Claro está que la necesidad de ahorrar energía también requiere que la entrada de aire exterior para renovar el aire interior sea lo menor posible. Existen patrones a este respecto que especifican tasas de ventilación mínima, basadas en la renovación del volumen de aire interior por hora con aire del exterior, o que establecen una contribución mínima de aire por ocupante o unidad de espacio, o que tienen en cuenta la concen- tración de dióxido de carbono considerando las diferencias entre los espacios con y sin fumadores. En el caso de los edificios con
ventilación natural, también se han establecido los requisitos mínimos para las diferentes partes de un edificio, como las ventanas.
Entre las referencias citadas con mayor frecuencia por la mayoría de los patrones existentes, tanto nacionales como inter- nacionales —aunque no sean legalmente vinculantes— se encuentran las normas publicadas por la Sociedad Americana de Ingenieros de Calefacción, Refrigeración y Acondiciona- miento del Aire (American Society of Heating, Refrigerating and Air Conditioning Engineers, ASHRAE). Se formularon para ayudar a los profesionales del acondicionamiento del aire en el diseño de sus instalaciones. En la norma 62-1989 de la ASHRAE (ASHRAE 1989), se especifican las cantidades mínimas de aire necesarias para ventilar un edificio, así como la calidad del aire interior aceptable para sus ocupantes con el fin de prevenir efectos adversos sobre la salud. Para el dióxido de carbono (un compuesto que la mayoría de los autores no consi- deran un contaminante dado su origen humano, pero que se utiliza como indicador de la calidad del aire interior para esta- blecer el correcto funcionamiento de los sistemas de ventilación), esta norma recomienda un límite de 1.000 ppm para cumplir los criterios de bienestar (olor). En esta norma también se especifica la calidad del aire atmosférico requerida para la renovación del aire interior.
En los casos en los que la fuente de contaminación —sea inte- rior o exterior— no es fácil de controlar y en los que es nece- sario utilizar un equipo especial para eliminarlo del medio ambiente, existen patrones para garantizar su eficacia, como los que definen métodos específicos para comprobar el funciona- miento de un cierto tipo de filtro.
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