viernes, 18 de mayo de 2012

OBJETIVOS Y PRINCIPIOS DE LA VENTILACION GENERAL Y DE LA VENTILACION DE DILUCION (I)

Si los contaminantes generados en un lugar de trabajo han de ser controlados ventilando todo el recinto, hablamos de ventilación general. Su utilización implica la aceptación de que el contaminante se distribuya en cierta medida por todo el lugar de trabajo y pueda por tanto afectar a los trabajadores que estén lejos de la fuente de contaminación. Por consiguiente, la ventilación general es la estrategia opuesta a la extracción localizada, que pretende eliminar el contaminante interceptándolo lo más cerca posible de la fuente (véase “El aire en interiores: métodos de control y depu- ración”, en este mismo capítulo).
Uno de los objetivos básicos de cualquier sistema de ventilación general es el control de los olores corporales, y es posible lograrlo suministrando no menos de 0,45 metros cúbicos por minuto de aire fresco por ocupante. Si se fuma con frecuencia o el trabajo requiere un intenso esfuerzo físico, será preciso aumentar la ventilación, hasta superar los 0,9 m3/min por persona.
Si los únicos problemas ambientales que debe resolver el sistema de ventilación son los que acabamos de describir, es conveniente tener en cuenta que cada recinto tiene cierto nivel de renovación de aire “natural” por medio de la llamada “infil- tración”, que se produce a través de puertas y ventanas, incluso estando cerradas, y a través de otros puntos de penetración de las paredes. Los manuales de los sistemas de aire acondicionado suelen contener amplia información a este respecto, pero puede decirse que, como mínimo, el nivel de ventilación debido a la infiltración alcanza entre las 0,25 y 0,5 renovaciones por hora. Un recinto industrial experimentará normalmente entre 0,5 y
3 renovaciones de aire por hora.
Si se utiliza para controlar contaminantes químicos, la ventilación general deberá limitarse exclusivamente a aquellas situaciones en las que no se generen grandes cantidades de contaminantes y sean de toxicidad relativamente moderada, y en las que los trabajadores no realicen sus tareas muy cerca de la fuente de contaminación. Si no se respetan estas condiciones, será difícil conseguir un control adecuado del ambiente de trabajo ya que las tasas de renovación de aire tendrán que ser tan altas que la velocidad del aire creará malestar, además de que mantener unas tasas de renovación tan altas resulta caro.

Por consiguiente, no suele recomendarse la ventilación general para el control de sustancias químicas, excepto en el caso de los disolventes que tengan concentraciones admisibles de más de
100 partes por millón.

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