Hasta la fecha, el único efecto verosímil asociado con la radiación ionizante es el aumento de la incidencia del cáncer de tiroides a partir de 1989 en los niños menores de 15 años. Este efecto se detectó en Bielorrusia (Belarús) en 1989, sólo tres años después del incidente, y ha sido confirmado por varios grupos de expertos (Williams y cols.
1993). El incremento ha sido especialmente visible en las zonas más contaminadas de Belarús, como la región de Gomel. El cáncer de tiroides, que suele ser raro en niños menores de 15 años (tasa anual de incidencia de1a3 por millón), multiplicó su incidencia por diez a escala nacional y por veinte en la zona de Gomel (Tabla 39.29, Figura 39.11) (Stsjazhko y cols. 1995). Posteriormente, se notificó una incidencia de cáncer de tiroides diez veces mayor en las cinco zonas más contaminadas de Ucrania y también un aumento de este cáncer en la región de Bryansk (Rusia) (Tabla 39.29). Se sospecha igualmente que se haya producido un aumento del mismo entre los adultos, pero esta suposición no ha sido confirmada. Los programas sistemá- ticos de detección selectiva emprendidos en las zonas contami- nadas permitieron observar los cánceres latentes antes del accidente; a este respecto, fue especialmente útil la utilización de ultrasonografías capaces de detectar cánceres de tiroides de pocos milímetros. La magnitud del aumento de la incidencia en los niños, junto con la agresividad de los tumores y la rapidez de su desarrollo, sugieren que el aumento observado en el cáncer de tiroides se debe parcialmente al accidente.
En las zonas más contaminadas (es decir, la región de Gomel), las dosis tiroideas fueron altas, especialmente en los niños (Williams y cols. 1993). Este resultado es coherente, si tenemos en cuenta las significativas emisiones de iodo que provocó el accidente y el hecho de que el iodo radiactivo, en ausencia de medidas preventivas, tiende a concentrarse en la glándula tiroides.
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