martes, 30 de octubre de 2007

Efectos fisiopatológicos de la reducción de la presión barométrica: Edema cerebral de las grandes alturas

El edema cerebral de las grandes alturas constituye la fase extrema del mal de montaña agudo, que ha progresado hasta causar una disfunción cerebral generalizada. Su incidencia no se conoce con seguridad, ya que resulta difícil diferenciar un caso grave del mal de montaña agudo de un caso leve de edema cere- bral. Su patogenia es una ampliación de la patogenia de aquélla: la hipoventilación incrementa el flujo sanguíneo cerebral y la presión intracraneal, lo que deriva en edema cerebral. Sus síntomas iniciales son también idénticos. A medida que el edema progresa, aparecen otros síntomas neurológicos, como irritabilidad grave e insomnio, ataxia, alucinaciones, parálisis, convulsiones y, en último término, coma. La exploración ocular suele revelar tumefacción del disco óptico o edema de papila. También son frecuentes las hemorragias retinianas. Además, muchos casos de edema cerebral se asocian a edema pulmonar.
El tratamiento del edema cerebral de las grandes alturas es similar al de otros trastornos provocados por la altitud, y la medida más recomendable es el descenso. Debe administrarse oxígeno para mantener la saturación de la hemoglobina por encima del 90 %. La formación de edema puede reducirse con corticosteroides como la dexametasona; se han empleado también los diuréticos, aunque su eficacia es incierta. Los pacientes en coma pueden precisar tratamiento adicional, con mantenimiento de la respiración. La respuesta al tratamiento es variable, ya que los déficit neurológicos y el coma persisten durante días o semanas después del traslado a altitudes más bajas. La prevención del edema cerebral es similar a la de otros trastornos de las alturas.

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