Aunque no existe una solución óptima al problema del horario de los turnos de trabajo, los estudios publicados avalan la recomen- dación de no iniciar la jornada de mañana demasiado temprano. Un comienzo excesivamente adelantado tiende a reducir el tiempo total de descanso, dado que la mayoría de las personas que trabajan por turnos se acuestan a la hora habitual (Knauth y cols. 1980; Åkerstedt y cols. 1990; Costa y cols. 1990b; Moors 1990; Folkard y Barton 1993). También se ha observado un aumento de la fatiga durante el turno de mañana (Reinberg y cols. 1975; Hak y Kampman 1981; Moors 1990), así como un mayor riesgo de errores y de accidentes durante él (Wild y Theis 1967; Hildebrandt y cols. 1974; Pokorny y cols. 1981; Folkard y Totterdell 1991).
Partiendo de la base que los turnos de trabajo tienen una duración invariable de ocho horas, todo retraso del inicio del turno de mañana impone un retraso correlativo del turno de noche (esto es, en lugar de fijarse los cambios de turno a las 07:00, 15:00 y 23:00, se establecen a las 08:00, 16:00 y 24:00). Todo retraso en el inicio del turno de noche lleva, asimismo, aparejada una posposición equivalente del final del turno de tarde. En ambos casos, se pueden producir problemas con el transporte, al disminuir la frecuencia de los servicios de auto- buses, trenes y tranvías.
La decisión de fijar el cambio de turnos para una hora deter- minada puede estar igualmente en función del contenido del puesto de trabajo. Así, en los hospitales, la tarea de despertar, lavar y preparar a los pacientes recae por lo general en el turno de noche (Gadbois 1991).
También se han expuesto diversas razones para iniciar antes la jornada laboral. En algunos estudios se ha subrayado que, cuanto más tarde se concilie el sueño de día al cabo de una jornada de trabajo nocturno, más breve será el reposo (Foret y Lantin 1972; Åkerstedt y Gillberg 1981; Knauth y Rutenfranz
1981). En efecto, el sueño diurno está expuesto a diversas perturbaciones y, cuanto antes se concilia el sueño tras un turno de noche, más fácil es evitarlas. Debry y cols. (1967) recomiendan que los turnos finalicen a las 04:00, 12:00 y 20:00 horas, para que los trabajadores hagan tantas comidas con la familia como puedan. Para Gadbois (1991), un comienzo adelantado del turno de noche facilita el contacto del personal con los pacientes hospitalizados.
Incluso en los sistemas de tres turnos se pueden implantar horarios de trabajo flexibles en que los trabajadores puedan elegir libremente su horario laboral (McEwan 1978; Knauth y cols. 1981b, 1984; Knauth y Schönfelder 1988). No obstante, a diferencia de lo que ocurre con los trabajadores de día, los que trabajan por turnos se ven en la necesidad de concertar el horario previamente con sus compañeros.
Partiendo de la base que los turnos de trabajo tienen una duración invariable de ocho horas, todo retraso del inicio del turno de mañana impone un retraso correlativo del turno de noche (esto es, en lugar de fijarse los cambios de turno a las 07:00, 15:00 y 23:00, se establecen a las 08:00, 16:00 y 24:00). Todo retraso en el inicio del turno de noche lleva, asimismo, aparejada una posposición equivalente del final del turno de tarde. En ambos casos, se pueden producir problemas con el transporte, al disminuir la frecuencia de los servicios de auto- buses, trenes y tranvías.
La decisión de fijar el cambio de turnos para una hora deter- minada puede estar igualmente en función del contenido del puesto de trabajo. Así, en los hospitales, la tarea de despertar, lavar y preparar a los pacientes recae por lo general en el turno de noche (Gadbois 1991).
También se han expuesto diversas razones para iniciar antes la jornada laboral. En algunos estudios se ha subrayado que, cuanto más tarde se concilie el sueño de día al cabo de una jornada de trabajo nocturno, más breve será el reposo (Foret y Lantin 1972; Åkerstedt y Gillberg 1981; Knauth y Rutenfranz
1981). En efecto, el sueño diurno está expuesto a diversas perturbaciones y, cuanto antes se concilia el sueño tras un turno de noche, más fácil es evitarlas. Debry y cols. (1967) recomiendan que los turnos finalicen a las 04:00, 12:00 y 20:00 horas, para que los trabajadores hagan tantas comidas con la familia como puedan. Para Gadbois (1991), un comienzo adelantado del turno de noche facilita el contacto del personal con los pacientes hospitalizados.
Incluso en los sistemas de tres turnos se pueden implantar horarios de trabajo flexibles en que los trabajadores puedan elegir libremente su horario laboral (McEwan 1978; Knauth y cols. 1981b, 1984; Knauth y Schönfelder 1988). No obstante, a diferencia de lo que ocurre con los trabajadores de día, los que trabajan por turnos se ven en la necesidad de concertar el horario previamente con sus compañeros.
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