En el año 1975 esta misma organización adoptó el citado mínimo absoluto en su norma nº 90 —en mitad de una crisis energética—, dejando temporalmente a un lado la necesidad de mayores flujos de ventilación para diluir contaminantes, como el humo del tabaco, los efluvios biológicos, etcétera.
En su norma nº 62 (1981), ASHRAE rectificó esta omisión y estableció su recomendación en 34 m3/hora/ocupante para zonas de fumadores y en 8,5 m3/hora/ocupante para zonas de no fumadores.
La última norma publicada por ASHRAE, también con el nº 62 (1989), establece un mínimo de 25,5 m3/hora/ocupante para espacios interiores ocupados, con independencia de si se permite fumar o no. También recomienda aumentar este valor si el aire introducido en el edificio no se mezcla adecuadamente en la zona de respiración o si existen fuentes de contaminación inusuales en el edificio.
En 1992, la Comisión de las Comunidades Europeas editó la publicación Guidelines for Ventilation Requirements in Buildings (Directrices para calcular las necesidades de ventilación en edificios). En contraste con las recomendaciones existentes para normas de ventilación, esta guía no especifica volúmenes de ventilación previstos para un espacio determinado; en su lugar, da recomendaciones de cálculo en función de la calidad deseada del aire interior.
Las normas existentes prescriben unos volúmenes de ventilación predeterminados que deberán suministrarse por ocupante. Las tendencias que evidencian las nuevas directrices demuestran que los cálculos de volúmenes no garantizan por sí solos una buena calidad del aire interior en todos los ámbitos. Hay tres razones fundamentales.
En primer lugar, presuponen que los ocupantes son las únicas fuentes de contaminación. En estudios recientes se ha demos- trado que es preciso tener en cuenta otras fuentes de contamina- ción, como el mobiliario, las tapicerías y el propio sistema de ventilación. La segunda razón es que estas normas recomiendan la misma cantidad de aire exterior con independencia de la calidad del aire que se introduce en el edificio. Y la tercera razón es que no definen claramente la calidad que debe tener el aire en el interior del recinto. Por consiguiente, lo que se propone es que en el futuro las normas de ventilación se basen en las tres premisas siguientes: la elección de una categoría defi- nida de calidad del aire para el espacio que se va a ventilar, la carga total de contaminantes en el espacio ocupado y la calidad del aire exterior disponible.
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