El trabajo por turnos puede repercutir negativamente en la vida familiar, la participación en la actividad institucional y las relaciones sociales. La magnitud de los problemas que pueden produ- cirse está en función de diversos factores, como la naturaleza del sistema de turnos, el sexo, edad, estado civil y estructura de la familia del trabajador, así como de la extensión del trabajo por turnos en la región.
Durante una semana de trabajo en el turno de tarde, el contacto regular del trabajador con sus hijos de edad escolar o con su cónyuge que trabaja de mañana o en turnos de día se reduce considerablemente. Este problema es serio sobre todo para las personas adscritas a los denominados turnos permanentes de tarde (Mott y cols. 1965). En el sistema tradicional de dos turnos discontinuos, se alternan una semana de trabajo en el turno de mañana y una semana en el turno de tarde, con lo que el contacto familiar se trastorna cada dos semanas. En el sistema tradicional de tres turnos rotativos se trabaja de tarde cada tres semanas. En los sistemas de turnos de rotación rápida, el contacto familiar nunca se quiebra durante una semana completa. Las investigaciones han dado resultados contradicto-rios. Así, mientras que Mott y cols. (1965) indican que el trabajo prolongado en el turno de tarde o de noche puede perjudicar la vida conyugal, Maasen (1981) no llega a la misma conclusión. El trabajo por turnos, sobre todo si ambos progenitores trabajan en este sistema, también puede afectar negativamente el rendi- miento escolar de los hijos (Maasen 1981; Dickmann y cols. 1981).
En los estudios realizados sobre el valor percibido del tiempo libre disfrutado durante diferentes días y horas de la semana se ha puesto de relieve que el fin de semana se valoraba más que los días de semana, y que el tiempo libre en horas vespertinas y nocturnas era más apreciado que el disponible durante el día
(Wedderburn 1981; Hornberger y Knauth 1993). El contacto con los familiares, amigos, clubes, partidos políticos, iglesias, etc. se resiente principalmente del trabajo en fin de semana y en los turnos de tarde y nocturnos (Mott y cols. 1965), como demues- tran Bunnage (1981), Walker (1985) y Colligan y Rosa (1990).
Los trabajadores por turnos sólo disfrutan de ventaja sobre las personas que trabajan de día en relación con las actividades más o menos solitarias, dado que actividades como la jardinería, el paseo, la pesca o el bricolaje son relativamente flexibles y se pueden realizar en cualquier momento distinto de los fines de semana y las horas vespertinas.
En algunos estudios (Banks 1956; Ulich 1957; Downie 1963; Sergean 1971) se han abordado los problemas del cónyuge del trabajador empleado por turnos, que se ve obligado a modificar su estilo de vida para adaptarlo al horario variable de éste. Por ejemplo, puede verse obligado a demorar la realización de los trabajos domésticos más ruidosos y a mantener a los niños callados mientras aquél descansa después de trabajar durante el turno de noche. Además, se queda solo durante los turnos de tarde, nocturnos y de fin de semana, aparte de soportar la irrita- bilidad del compañero. El 87 % de los cónyuges de una muestra de trabajadores que habían abandonado el sistema de turnos semanales por un régimen de turnos de rotación rápida se mani- festaron a favor de este último. Aducían que, en el sistema ante- rior, el cónyuge se encontraba muy fatigado al final de un período de trabajo en el turno de noche y precisaba varios días para recuperarse, por lo que no se encontraba de humor para compartir los momentos de ocio. En cambio, en el nuevo sistema de turnos de rotación rápida, en el que sólo se trabajan dos o tres noches seguidas, el cónyuge se mostraba menos fatigado y se mostraba más dispuesto a participar en distracciones. Las mujeres que trabajan por turnos suelen tener más problemas con el sueño y las obligaciones domésticas, debido a que las responsabilidades familiares no se reparten equitativa- mente entre los cónyuges. No obstante, algunas enfermeras que trabajan permanentemente de noche han optado voluntaria- mente por ese horario por causas familiares (Barton y cols.
1993). En todo caso, como asegura Walker (1985) al resumir su análisis, “afirmar que el trabajo nocturno permanente para una madre es compatible con la educación de los hijos es hacer caso omiso de los ‘costes’ que implica”. La fatiga permanente causada por la reducción del tiempo de sueño puede ser uno de estos “costes”.
Durante una semana de trabajo en el turno de tarde, el contacto regular del trabajador con sus hijos de edad escolar o con su cónyuge que trabaja de mañana o en turnos de día se reduce considerablemente. Este problema es serio sobre todo para las personas adscritas a los denominados turnos permanentes de tarde (Mott y cols. 1965). En el sistema tradicional de dos turnos discontinuos, se alternan una semana de trabajo en el turno de mañana y una semana en el turno de tarde, con lo que el contacto familiar se trastorna cada dos semanas. En el sistema tradicional de tres turnos rotativos se trabaja de tarde cada tres semanas. En los sistemas de turnos de rotación rápida, el contacto familiar nunca se quiebra durante una semana completa. Las investigaciones han dado resultados contradicto-rios. Así, mientras que Mott y cols. (1965) indican que el trabajo prolongado en el turno de tarde o de noche puede perjudicar la vida conyugal, Maasen (1981) no llega a la misma conclusión. El trabajo por turnos, sobre todo si ambos progenitores trabajan en este sistema, también puede afectar negativamente el rendi- miento escolar de los hijos (Maasen 1981; Dickmann y cols. 1981).
En los estudios realizados sobre el valor percibido del tiempo libre disfrutado durante diferentes días y horas de la semana se ha puesto de relieve que el fin de semana se valoraba más que los días de semana, y que el tiempo libre en horas vespertinas y nocturnas era más apreciado que el disponible durante el día
(Wedderburn 1981; Hornberger y Knauth 1993). El contacto con los familiares, amigos, clubes, partidos políticos, iglesias, etc. se resiente principalmente del trabajo en fin de semana y en los turnos de tarde y nocturnos (Mott y cols. 1965), como demues- tran Bunnage (1981), Walker (1985) y Colligan y Rosa (1990).
Los trabajadores por turnos sólo disfrutan de ventaja sobre las personas que trabajan de día en relación con las actividades más o menos solitarias, dado que actividades como la jardinería, el paseo, la pesca o el bricolaje son relativamente flexibles y se pueden realizar en cualquier momento distinto de los fines de semana y las horas vespertinas.
En algunos estudios (Banks 1956; Ulich 1957; Downie 1963; Sergean 1971) se han abordado los problemas del cónyuge del trabajador empleado por turnos, que se ve obligado a modificar su estilo de vida para adaptarlo al horario variable de éste. Por ejemplo, puede verse obligado a demorar la realización de los trabajos domésticos más ruidosos y a mantener a los niños callados mientras aquél descansa después de trabajar durante el turno de noche. Además, se queda solo durante los turnos de tarde, nocturnos y de fin de semana, aparte de soportar la irrita- bilidad del compañero. El 87 % de los cónyuges de una muestra de trabajadores que habían abandonado el sistema de turnos semanales por un régimen de turnos de rotación rápida se mani- festaron a favor de este último. Aducían que, en el sistema ante- rior, el cónyuge se encontraba muy fatigado al final de un período de trabajo en el turno de noche y precisaba varios días para recuperarse, por lo que no se encontraba de humor para compartir los momentos de ocio. En cambio, en el nuevo sistema de turnos de rotación rápida, en el que sólo se trabajan dos o tres noches seguidas, el cónyuge se mostraba menos fatigado y se mostraba más dispuesto a participar en distracciones. Las mujeres que trabajan por turnos suelen tener más problemas con el sueño y las obligaciones domésticas, debido a que las responsabilidades familiares no se reparten equitativa- mente entre los cónyuges. No obstante, algunas enfermeras que trabajan permanentemente de noche han optado voluntaria- mente por ese horario por causas familiares (Barton y cols.
1993). En todo caso, como asegura Walker (1985) al resumir su análisis, “afirmar que el trabajo nocturno permanente para una madre es compatible con la educación de los hijos es hacer caso omiso de los ‘costes’ que implica”. La fatiga permanente causada por la reducción del tiempo de sueño puede ser uno de estos “costes”.
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