1. los que aparecen como consecuencia de la descomposición biológica de sustratos asociados a ciertas profesiones (p. ej., el heno molido que causa neumonitis por hipersensibilidad);
2. los que se asocian a ciertos tipos de hábitats (p. ej., bacterias presentes en las redes de abastecimiento de agua),
3. los que proceden de individuos que hospedan a un agente patógeno (p. ej., tuberculosis).
El aire ambiental puede estar contaminado o transportar niveles importantes de microorganismos potencialmente nocivos (Burrell 1991). Los edificios modernos, sobre todo los diseñados para fines comerciales y administrativos, constituyen un nicho ecológico único, con un medio ambiente, una fauna y una flora propios (Sterling y cols. 1991).
El agua constituye un importante vehículo para la transmisión de infecciones extraintestinales. A través del contacto con el agua, ya sea por motivos profesionales, recreativos o incluso terapéuticos, se pueden contraer una serie de organismos pató- genos (Pitlik y cols. 1987). La naturaleza de las enfermedades no entéricas transmitidas a través del agua suele depender de la ecología de los agentes patógenos acuáticos. Hay dos tipos básicos de infecciones: superficiales, que afectan a mucosas y zonas de la piel previamente dañadas o intactas; y sistémicas, que son infecciones con frecuencia graves que pueden ocurrir cuando el sistema inmunológico está deprimido. Una gran variedad de organismos acuáticos, entre ellos los virus, las bacte- rias, los hongos, las algas y los parásitos, pueden invadir al huésped a través de vías extraintestinales, como la conjuntiva, la mucosa respiratoria, la piel y los genitales.
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