El monóxido de carbono es un contaminante grave del aire que respira un buzo o un trabajador de cajones de aire comprimido. Procede, por lo común, de los motores de combustión interna para los compresores y de la maquinaria próxima a ellos. Debe tenerse mucho cuidado para que las entradas de aire del compresor estén alejadas de cualquier fuente de escape del motor. Los motores Diesel suelen producir poco monóxido de carbono, pero producen grandes cantidades de óxidos de nitrógeno, que pueden ser muy tóxicos para los pulmones. En Estados Unidos, la normal actual de la administración federal para los niveles de monóxido de carbono en el aire inspirado es de 35 partes por millón (ppm) para una jornada laboral de 8 horas. Por ejemplo, en la superficie, una concentración de hasta 50 ppm no produciría ningún daño detectable, pero a una profundidad de 50 m, al estar comprimido, produciría el efecto de 300 ppm. Es posible que la concentración produzca un nivel de hasta un 40 % de carboxihemoglobina durante cierto tiempo. La cifra real de partes por millón analizada debe multiplicarse por el número de atmósferas a las que se administrará al trabajador.
Los buzos y las personas que trabajan en entornos de aire comprimido deben conocer los síntomas iniciales de intoxica- ción por monóxido de carbono, entre los que están las cefaleas, las náuseas, el mareo y la debilidad. Es importante asegurarse de que la entrada del compresor esté situada siempre contra el viento, para evitar la entrada de gases del tubo de escape del motor. Esta posición debe comprobarse continuamente cada vez que cambie la dirección del viento o la posición de la nave. Durante muchos años, se pensó que el monóxido de carbono se mezclaba con la hemoglobina del organismo y daba lugar a la carboxihemoglobina, cuyo efecto letal se debía al bloqueo del transporte de oxígeno a los tejidos. En estudios posteriores se ha observado que, aunque ese efecto produce hipoxia tisular, no resulta fatal por sí mismo. El daño más grave es a nivel celular, debido a la toxicidad directa de la molécula de monóxido de carbono. La peroxidación de los lípidos de la membrana celular, que sólo puede detenerse con un tratamiento de oxígeno hiperbárico, parece ser la causa principal de la muerte y de las secuelas a largo plazo.
Los buzos y las personas que trabajan en entornos de aire comprimido deben conocer los síntomas iniciales de intoxica- ción por monóxido de carbono, entre los que están las cefaleas, las náuseas, el mareo y la debilidad. Es importante asegurarse de que la entrada del compresor esté situada siempre contra el viento, para evitar la entrada de gases del tubo de escape del motor. Esta posición debe comprobarse continuamente cada vez que cambie la dirección del viento o la posición de la nave. Durante muchos años, se pensó que el monóxido de carbono se mezclaba con la hemoglobina del organismo y daba lugar a la carboxihemoglobina, cuyo efecto letal se debía al bloqueo del transporte de oxígeno a los tejidos. En estudios posteriores se ha observado que, aunque ese efecto produce hipoxia tisular, no resulta fatal por sí mismo. El daño más grave es a nivel celular, debido a la toxicidad directa de la molécula de monóxido de carbono. La peroxidación de los lípidos de la membrana celular, que sólo puede detenerse con un tratamiento de oxígeno hiperbárico, parece ser la causa principal de la muerte y de las secuelas a largo plazo.
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