Las mordeduras de búngaros, mambas, serpientes de coral y algunas cobras (p. ej., Naja haje y N. nivea) producen efectos locales mínimos, mientras que las mordeduras de las cobras escupidoras africanas (N. nigricollis, N. mossambica, etc.) y las cobras asiáticas (N. naja, N. kaouthia, N. sumatrana, etc.) causan inflamación local dolorosa que puede ser extensa, formar cardenales o producir necrosis superficial.
Entre los síntomas neurotóxicos iniciales, antes de que se presenten síntomas neurológicos objetivos, figuran: vómitos, “pesadez” de los párpados, visión borrosa, fasciculaciones, parestesia alrededor de la boca, hiperacusia, cefalea, desvanecimiento, vértigo, hipersalivación, congestión de la conjuntiva y “piel de gallina”. La parálisis se inicia como ptosis y oftalmoplejia externa y aparece ya a los 15 minutos de la mordedura, aunque algunas veces tarda diez o más horas en presentarse.
Posteriormente, el rostro, el paladar, las mandíbulas, la lengua, las cuerdas bucales, los músculos del cuello y los músculos de la deglución sufren parálisis progresiva. La obstrucción de las vías respiratorias puede originar una insuficiencia respiratoria en esta etapa, o posteriormente con parálisis de los músculos inter- costales, el diafragma y los músculos accesorios de la respiración. Los efectos neurotóxicos son totalmente reversibles, ya sea de forma inmediata en respuesta a la administración de antídoto o de anticolinesterasas (p. ej., tras la mordedura de cobras asiáticas, de algunas serpientes de coral de América Latina (Micrurus), y víboras de la muerte australianas (Acanthophis)) o por remisión espontánea en el plazo de entre uno y siete días.
El envenenamiento causado por serpientes australianas produce vómitos inmediatos, cefalea, síncope, neurotoxicidad, trastornos hemostáticos y, con algunas especies, cambios en el ECG, rabdomiólisis generalizada e insuficiencia renal. La dilatación dolorosa de los ganglios linfáticos regionales indica que el envenenamiento sistémico es inminente, pero por lo común los síntomas locales no existen o son leves excepto tras la morddura de las especies de Pseudechis.
Entre los síntomas neurotóxicos iniciales, antes de que se presenten síntomas neurológicos objetivos, figuran: vómitos, “pesadez” de los párpados, visión borrosa, fasciculaciones, parestesia alrededor de la boca, hiperacusia, cefalea, desvanecimiento, vértigo, hipersalivación, congestión de la conjuntiva y “piel de gallina”. La parálisis se inicia como ptosis y oftalmoplejia externa y aparece ya a los 15 minutos de la mordedura, aunque algunas veces tarda diez o más horas en presentarse.
Posteriormente, el rostro, el paladar, las mandíbulas, la lengua, las cuerdas bucales, los músculos del cuello y los músculos de la deglución sufren parálisis progresiva. La obstrucción de las vías respiratorias puede originar una insuficiencia respiratoria en esta etapa, o posteriormente con parálisis de los músculos inter- costales, el diafragma y los músculos accesorios de la respiración. Los efectos neurotóxicos son totalmente reversibles, ya sea de forma inmediata en respuesta a la administración de antídoto o de anticolinesterasas (p. ej., tras la mordedura de cobras asiáticas, de algunas serpientes de coral de América Latina (Micrurus), y víboras de la muerte australianas (Acanthophis)) o por remisión espontánea en el plazo de entre uno y siete días.
El envenenamiento causado por serpientes australianas produce vómitos inmediatos, cefalea, síncope, neurotoxicidad, trastornos hemostáticos y, con algunas especies, cambios en el ECG, rabdomiólisis generalizada e insuficiencia renal. La dilatación dolorosa de los ganglios linfáticos regionales indica que el envenenamiento sistémico es inminente, pero por lo común los síntomas locales no existen o son leves excepto tras la morddura de las especies de Pseudechis.
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