Se trata de una regla que se atiene a las recomendaciones en materia de prevención de descargas eléctricas, que también exigen la puesta a tierra de todas las partes metálicas accesibles, como se especifica en la norma francesa Instalaciones eléctricas de baja tensión (NFC 15-100). Para conseguir la máxima seguridad electrostática, que es lo que aquí nos ocupa, esta regla debe generalizarse a todos los elementos conductores. Se incluyen aquí cercos metálicos de mesa, manillas de puertas, componentes electrónicos, depósitos utilizados en las empresas químicas y el chasis de los vehículos que transportan hidrocarburos.
Desde el punto de vista de seguridad electrostática, el ideal sería que todo fuera conductor y estuviera siempre puesto a tierra, a la que se transferirían en todo momento las cargas generadas. En estas circunstancias, todo tendría siempre el mismo potencial, y por lo tanto el campo eléctrico —y el riesgo de descarga— sería cero. Pero casi nunca es posible alcanzar esta situación ideal, por los motivos siguientes:
• No todos los productos que es necesario manipular son conductores, y muchos de ellos no pueden hacerse conductores mediante el uso de aditivos. Así sucede con numerosos productos agrícolas y farmacéuticos, así como con líquidos de gran pureza.
• Hay propiedades convenientes para el producto final, como por ejemplo la transparencia óptica o la baja conductividad térmica, que pueden excluir el empleo de materiales conductores.
• Es imposible disponer una puesta a tierra permanente en equipos móviles como carruajes metálicos, herramientas electrónicas sin cordón, vehículos e incluso operadores humanos.
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