No hay duda de que cada accidente requiere una evaluación de sus consecuencias cuantificables o potenciales sobre la población humana expuesta (y sobre la animal, doméstica o salvaje), y puede ser necesario actualizar periódicamente dicha evaluación. Son muchos los factores que influyen en los detalles, extensión y naturaleza de los datos que pueden reunirse para la evaluación. Es fundamental la cantidad de recursos disponibles. A accidentes de la misma gravedad pueden concederse distintos grados de atención en países diferentes, dependiendo de su capacidad para desviar recursos de otros ámbitos sanitarios o sociales. La cooperación internacional puede mitigar parcialmente esta discrepancia: en la práctica, se limita a episodios particularmente dramáticos o que presentan un interés científico especial.
Las consecuencias generales de un accidente sobre la salud pueden ser desde desdeñables hasta graves. La gravedad depende de la naturaleza de las afecciones provocadas por el accidente (que pueden incluir la muerte), de la magnitud de la población expuesta y del porcentaje de población que desarrolla la enfermedad. Los efectos desdeñables son más difíciles de demostrar desde un punto de vista epidemiológico.
Entre las fuentes de datos que deben utilizarse para evaluar las consecuencias de un accidente sobre la salud se encuentran, en primer lugar, las estadísticas ya existentes (antes de plantearse la creación de nuevas bases de datos de población, siempre debería considerarse la posibilidad de utilizar los datos ya reco- gidos). Puede obtenerse información adicional de estudios epide- miológicos analíticos basados en hipótesis, para los cuales las estadísticas existentes pueden ser o no útiles. Si en un entorno laboral no existe una vigilancia sanitaria de los trabajadores, el accidente puede ofrecer la oportunidad de establecer un sistema de vigilancia que finalmente ayude a proteger a los trabajadores de otros peligros potenciales para la salud.
A efectos de la vigilancia clínica (a corto o largo plazo) y del pago de compensaciones, la enumeración exhaustiva de las personas expuestas es una condición sine qua non. Es algo relativamente sencillo de hacer en los accidentes ocurridos dentro de fábricas. Cuando la población afectada puede definirse aten- diendo al lugar en que vive, la lista de habitantes de demarcaciones municipales (o de unidades menores, si es posible) puede ofrecer una aproximación aceptable. La elaboración de un registro puede ser más problemática en otras circunstancias, en particular cuando existe la necesidad de elaborar una lista de personas con síntomas posiblemente atribuibles al accidente. En el episodio de SAT en España, para obtener el registro de las personas que debían incluirse en el seguimiento clínico a largo plazo se utilizó la lista de las 20.000 personas que solicitaban una compensación financiera, y se corrigió posteriormente revisando las historias clínicas. Dada la publicidad que se dio a este episodio, el registro se considera razonablemente completo.
Un segundo requisito es que las actividades encaminadas a medir la repercusión de un accidente sean racionales, estén claramente definidas y sean fáciles de explicar a la población afectada. El período de latencia puede variar de días a años. Si se dan determinadas condiciones, pueden formularse hipótesis a priori sobre la naturaleza de la enfermedad y la probabilidad de su aparición con precisión suficiente para diseñar un programa de vigilancia clínica adecuado y estudios centrados en uno o varios de los objetivos mencionados al principio de este artículo.
Dichas condiciones comprenden la rápida identificación del agente liberado en el accidente, la disponibilidad de un conoci- miento adecuado sobre sus propiedades peligrosas a corto y largo plazo, la cuantificación del escape, y algunos datos sobre las diferencias de susceptibilidad a los efectos del agente entre individuos distintos. En la práctica, raras veces se dan estas condiciones; una consecuencia de la incertidumbre e ignorancia subyacentes es que es más difícil resistir la presión de la opinión pública y de los medios de comunicación para que se dispense una prevención o una intervención médica de dudosa utilidad.
Por último, lo antes posible tras la confirmación de un accidente, es necesario crear un equipo interdisciplinario (incluidos médicos, químicos, higienistas industriales, epidemiólogos, toxicólogos humanos y experimentales) que sea responsable ante la autoridad política y ante el público. En la selección de expertos, hay que tener presente que la gama de sustancias químicas y tecnológicas que pueden intervenir en un accidente es muy amplia, de forma que pueden presentarse varios tipos de toxicidad con diferentes sistemas bioquímicos y fisiológicos.
Las consecuencias generales de un accidente sobre la salud pueden ser desde desdeñables hasta graves. La gravedad depende de la naturaleza de las afecciones provocadas por el accidente (que pueden incluir la muerte), de la magnitud de la población expuesta y del porcentaje de población que desarrolla la enfermedad. Los efectos desdeñables son más difíciles de demostrar desde un punto de vista epidemiológico.
Entre las fuentes de datos que deben utilizarse para evaluar las consecuencias de un accidente sobre la salud se encuentran, en primer lugar, las estadísticas ya existentes (antes de plantearse la creación de nuevas bases de datos de población, siempre debería considerarse la posibilidad de utilizar los datos ya reco- gidos). Puede obtenerse información adicional de estudios epide- miológicos analíticos basados en hipótesis, para los cuales las estadísticas existentes pueden ser o no útiles. Si en un entorno laboral no existe una vigilancia sanitaria de los trabajadores, el accidente puede ofrecer la oportunidad de establecer un sistema de vigilancia que finalmente ayude a proteger a los trabajadores de otros peligros potenciales para la salud.
A efectos de la vigilancia clínica (a corto o largo plazo) y del pago de compensaciones, la enumeración exhaustiva de las personas expuestas es una condición sine qua non. Es algo relativamente sencillo de hacer en los accidentes ocurridos dentro de fábricas. Cuando la población afectada puede definirse aten- diendo al lugar en que vive, la lista de habitantes de demarcaciones municipales (o de unidades menores, si es posible) puede ofrecer una aproximación aceptable. La elaboración de un registro puede ser más problemática en otras circunstancias, en particular cuando existe la necesidad de elaborar una lista de personas con síntomas posiblemente atribuibles al accidente. En el episodio de SAT en España, para obtener el registro de las personas que debían incluirse en el seguimiento clínico a largo plazo se utilizó la lista de las 20.000 personas que solicitaban una compensación financiera, y se corrigió posteriormente revisando las historias clínicas. Dada la publicidad que se dio a este episodio, el registro se considera razonablemente completo.
Un segundo requisito es que las actividades encaminadas a medir la repercusión de un accidente sean racionales, estén claramente definidas y sean fáciles de explicar a la población afectada. El período de latencia puede variar de días a años. Si se dan determinadas condiciones, pueden formularse hipótesis a priori sobre la naturaleza de la enfermedad y la probabilidad de su aparición con precisión suficiente para diseñar un programa de vigilancia clínica adecuado y estudios centrados en uno o varios de los objetivos mencionados al principio de este artículo.
Dichas condiciones comprenden la rápida identificación del agente liberado en el accidente, la disponibilidad de un conoci- miento adecuado sobre sus propiedades peligrosas a corto y largo plazo, la cuantificación del escape, y algunos datos sobre las diferencias de susceptibilidad a los efectos del agente entre individuos distintos. En la práctica, raras veces se dan estas condiciones; una consecuencia de la incertidumbre e ignorancia subyacentes es que es más difícil resistir la presión de la opinión pública y de los medios de comunicación para que se dispense una prevención o una intervención médica de dudosa utilidad.
Por último, lo antes posible tras la confirmación de un accidente, es necesario crear un equipo interdisciplinario (incluidos médicos, químicos, higienistas industriales, epidemiólogos, toxicólogos humanos y experimentales) que sea responsable ante la autoridad política y ante el público. En la selección de expertos, hay que tener presente que la gama de sustancias químicas y tecnológicas que pueden intervenir en un accidente es muy amplia, de forma que pueden presentarse varios tipos de toxicidad con diferentes sistemas bioquímicos y fisiológicos.
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