La mayor parte de la radiación a la que se expone un ser humano durante su vida procede de fuentes naturales del espacio exterior o de materiales presentes en la corteza de la Tierra. Los materiales radiactivos pueden afectar al organismo desde fuera o, si
son inhalados o ingeridos con alimentos, desde dentro. La dosis recibida es muy variable, porque depende, por un lado, de la cantidad de minerales radiactivos presentes en el área del mundo en la que vive la persona —que está relacionada con la cantidad de radioisótopos presentes en el aire y con la cantidad existente en los alimentos y sobre todo en el agua potable— y, por el otro, del uso de ciertos materiale s de construcción y de la utilización de gas o carbón como combustible, así como del tipo de construc- ción empleado y de los hábitos tradicionales de las personas de la localidad en cuestión.
En la actualidad, el radón se considera la fuente más frecuente de radiación natural. Junto con sus “hijos”, los radioisótopos formados durante su desintegración, el radón constituye aproximadamente tres cuartas partes de la dosis eficaz equivalente a la que los seres humanos están expuestos debido a fuentes terrestres naturales. La presencia de radón se asocia a un aumento de la incidencia de cáncer de pulmón debido al depó- sito de sustancias radiactivas en la región bronquial.
El radón es un gas incoloro, inodoro e insípido con un peso siete veces superior al del aire. Existen normalmente dos isótopos. Uno es el radón 222, un radioisótopo presente en la serie radiactiva relacionada con la desintegración del uranio 238; su fuente más importante en el medio ambiente son las rocas y la tierra, en las que se forma el elemento que le precede, el radio 226. El otro es el radón 220, perteneciente a la serie radiactiva del torio, y cuya incidencia es menor que la del radón 222.
El uranio está muy extendido en la corteza terrestre. La concentración media del radio en el suelo es del orden de 25 Bq/kg. Un becquerel (Bq) es la unidad del sistema internacional y representa una unidad de actividad radioisotópica equivalente a una desintegración por segundo. La concentración media de gas radón en la atmósfera en la superficie terrestre es de 3 Bq/m3, con unos valores que oscilan entre 0,1 (sobre los océanos) y 10 Bq/m3. El nivel depende de la porosidad del suelo, de la concentración local de radio 226 y de la presión atmosférica. Dado que la semivida del radón 222 es de 3.823 días, la mayor parte de la dosis no está causada por el gas, sino por sus “hijas”.
El radón se encuentra en materiales existentes y fluye de la tierra en cualquier lugar. Debido a sus características, se dispersa fácilmente en el exterior, pero tiene tendencia a concentrarse en espacios cerrados, sobre todo en fosos y edificios, y en especial en espacios mas pequeños en los que su eliminación es difícil sin una ventilación adecuada. En regiones cálidas se estima que las concentraciones de radón en interiores son ocho veces mayores que las concentraciones en el exterior.
Así pues, la exposición al radón para la mayor parte de la población tiene lugar principalmente en el interior de los edificios. La media de las concentraciones de radón depende, básica- mente, de las características geológicas del terreno, de los materiales de construcción utilizados y de las características de ventilación del edificio.
La principal fuente de radón en los espacios interiores es el radio presente en el suelo sobre el que descansa el edificio o los materiales utilizados en su construcción. Otras fuentes impor- tantes —aunque su influencia relativa es mucho menor— son el aire exterior, el agua y el gas natural. En la Figura 44.4 se muestra la aportación de cada fuente al total.
son inhalados o ingeridos con alimentos, desde dentro. La dosis recibida es muy variable, porque depende, por un lado, de la cantidad de minerales radiactivos presentes en el área del mundo en la que vive la persona —que está relacionada con la cantidad de radioisótopos presentes en el aire y con la cantidad existente en los alimentos y sobre todo en el agua potable— y, por el otro, del uso de ciertos materiale s de construcción y de la utilización de gas o carbón como combustible, así como del tipo de construc- ción empleado y de los hábitos tradicionales de las personas de la localidad en cuestión.
En la actualidad, el radón se considera la fuente más frecuente de radiación natural. Junto con sus “hijos”, los radioisótopos formados durante su desintegración, el radón constituye aproximadamente tres cuartas partes de la dosis eficaz equivalente a la que los seres humanos están expuestos debido a fuentes terrestres naturales. La presencia de radón se asocia a un aumento de la incidencia de cáncer de pulmón debido al depó- sito de sustancias radiactivas en la región bronquial.
El radón es un gas incoloro, inodoro e insípido con un peso siete veces superior al del aire. Existen normalmente dos isótopos. Uno es el radón 222, un radioisótopo presente en la serie radiactiva relacionada con la desintegración del uranio 238; su fuente más importante en el medio ambiente son las rocas y la tierra, en las que se forma el elemento que le precede, el radio 226. El otro es el radón 220, perteneciente a la serie radiactiva del torio, y cuya incidencia es menor que la del radón 222.
El uranio está muy extendido en la corteza terrestre. La concentración media del radio en el suelo es del orden de 25 Bq/kg. Un becquerel (Bq) es la unidad del sistema internacional y representa una unidad de actividad radioisotópica equivalente a una desintegración por segundo. La concentración media de gas radón en la atmósfera en la superficie terrestre es de 3 Bq/m3, con unos valores que oscilan entre 0,1 (sobre los océanos) y 10 Bq/m3. El nivel depende de la porosidad del suelo, de la concentración local de radio 226 y de la presión atmosférica. Dado que la semivida del radón 222 es de 3.823 días, la mayor parte de la dosis no está causada por el gas, sino por sus “hijas”.
El radón se encuentra en materiales existentes y fluye de la tierra en cualquier lugar. Debido a sus características, se dispersa fácilmente en el exterior, pero tiene tendencia a concentrarse en espacios cerrados, sobre todo en fosos y edificios, y en especial en espacios mas pequeños en los que su eliminación es difícil sin una ventilación adecuada. En regiones cálidas se estima que las concentraciones de radón en interiores son ocho veces mayores que las concentraciones en el exterior.
Así pues, la exposición al radón para la mayor parte de la población tiene lugar principalmente en el interior de los edificios. La media de las concentraciones de radón depende, básica- mente, de las características geológicas del terreno, de los materiales de construcción utilizados y de las características de ventilación del edificio.
La principal fuente de radón en los espacios interiores es el radio presente en el suelo sobre el que descansa el edificio o los materiales utilizados en su construcción. Otras fuentes impor- tantes —aunque su influencia relativa es mucho menor— son el aire exterior, el agua y el gas natural. En la Figura 44.4 se muestra la aportación de cada fuente al total.
Los materiales de construcción más comunes, como la madera, los ladrillos y los bloques de hormigón de escoria, emiten relativamente poco radón, a diferencia del granito y de la piedra pómez. Con todo, los principales problemas están causados por el uso de materiales naturales, como la pizarra de alumbre, en la producción de materiales de construcción. Otra fuente de problemas ha sido el uso de subproductos relacionados con el tratamiento de los minerales de fosfato y con la produc- ción de aluminio, así como con el uso de la escoria resultante del tratamiento del mineral de hierro en altos hornos y de las cenizas originadas en la combustión del carbón. Además, en algunos casos también se utilizaron en la construcción residuos procedentes de la minería del uranio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario