La exposición a campos se produce en todos los ámbitos de la sociedad:  en  el  hogar,  en  el  trabajo,  en  las  escuelas  y  por  el funcionamiento de medios de transporte de propulsión eléctrica. Allí donde hay conductores eléctricos, motores eléctricos y equipo electrónico,  se  crean  campos  eléctricos  y  magnéticos.  Intensidades de campo medias de 0,2 a 0,4 T (microtesla) por jornada de trabajo parecen ser el nivel por encima del cual podría haber un aumento del riesgo, y se han calculado niveles similares para las medias anuales en relación con sujetos que viven debajo de líneas de alta tensión o en sus proximidades.
Muchas  personas  se  hallan  expuestas  a  niveles  superiores  a éstos,  aunque  durante  períodos  más  breves,  en  sus  hogares (debido  a  radiadores,  afeitadoras,  secadores  de  pelo  y  otros aparatos electrodomésticos, o a corrientes parásitas a causa de desequilibrios  en  el  sistema  de  puesta  a  tierra  eléctrica  de  los edificios),  en  el  trabajo  (en  determinadas  industrias  y  oficinas que implican proximidad a equipos eléctricos y electrónicos) o mientras  viajan  en  trenes  y  otros  medios  de  transporte  de propulsión  eléctrica.  Se  desconoce  la  importancia  que  reviste esta exposición intermitente. Existen asimismo otras incertidumbres  en  lo  que  respecta  a  la  exposición  (que  implican  interrogantes  sobre  la  importancia  de  la  frecuencia  de  los  campos, sobre otros factores de modificación o de confusión, o sobre el conocimiento de la exposición total diurna y nocturna) y a su efecto (dada la consistencia de los hallazgos en cuanto a tipo de cáncer), así como a los estudios epidemiológicos, que aconsejan evaluar con gran cautela todas las valoraciones de riesgo.
 
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