No es difícil explicar qué fue lo que provocó las quejas: se construyen edificios cada vez más herméticos, se reduce el volumen de aire de ventilación, se utilizan más productos y materiales para aislar los edificios térmicamente, se multiplica y diversifica el número de productos químicos y materiales sintéticos utilizados y gradualmente se pierde el control individual del ambiente. Todo ello se traduce en un ambiente interior cada vez más contaminado.
Es entonces cuando los ocupantes de los edificios cuyo ambiente se ha degradado reaccionan, en su mayor parte, quejándose del ambiente en el que viven y presentando síntomas clínicos. Los síntomas más frecuentes son la irritación de las membranas mucosas (ojos, nariz y garganta), dolores de cabeza, insuficiencias respiratorias y una mayor incidencia de resfriados, alergias y demás.
A la hora de definir las posibles causas de tales quejas, la aparente sencillez de esta tarea se convierte en complejidad cuando se intenta establecer una relación causa-efecto. En este caso, es preciso considerar todos los factores (ya sean ambientales o de otro tipo) y su relación con las quejas o los problemas de salud que han aparecido.
La conclusión (después de muchos años de estudiar la cues- tión) es que estos problemas tienen muy diversas causas. Son excepciones aquellos casos en los que se ha establecido claramente la relación causa-efecto, como en el caso del brote de legionelosis, por ejemplo, o los problemas de irritación o de incremento de la sensibilidad debidos a la exposición al formal- dehído.
El fenómeno recibe el nombre de síndrome del edificio enfermo y se define como los síntomas que afectan a los ocupantes de un edificio en el que las quejas derivadas de malestares físicos son más frecuentes de lo que podría esperarse razonablemente.
En la Tabla 45.1 se presentan algunos ejemplos de contami- nantes y las fuentes de emisiones más comunes que pueden asociarse con una disminución de la calidad del aire en interiores.
Además de la calidad del aire interior, que resulta afectada por contaminantes químicos y biológicos, el síndrome del edificio enfermo se atribuye a muchos otros factores. Algunos son físicos, como el calor, el ruido y la iluminación; otros son psicosociales, entre los cuales destacan la organización del trabajo, las relaciones laborales, el ritmo de trabajo y la carga de trabajo.
El aire interior desempeña un papel muy importante en el síndrome del edificio enfermo y, por consiguiente, controlar su calidad puede contribuir, en la mayoría de los casos, a rectificar o mejorar las condiciones que dan lugar a la aparición del síndrome. Con todo, conviene recordar que la calidad del aire no es el único factor que hay que considerar a la hora de evaluar ambientes interiores.
Es entonces cuando los ocupantes de los edificios cuyo ambiente se ha degradado reaccionan, en su mayor parte, quejándose del ambiente en el que viven y presentando síntomas clínicos. Los síntomas más frecuentes son la irritación de las membranas mucosas (ojos, nariz y garganta), dolores de cabeza, insuficiencias respiratorias y una mayor incidencia de resfriados, alergias y demás.
A la hora de definir las posibles causas de tales quejas, la aparente sencillez de esta tarea se convierte en complejidad cuando se intenta establecer una relación causa-efecto. En este caso, es preciso considerar todos los factores (ya sean ambientales o de otro tipo) y su relación con las quejas o los problemas de salud que han aparecido.
La conclusión (después de muchos años de estudiar la cues- tión) es que estos problemas tienen muy diversas causas. Son excepciones aquellos casos en los que se ha establecido claramente la relación causa-efecto, como en el caso del brote de legionelosis, por ejemplo, o los problemas de irritación o de incremento de la sensibilidad debidos a la exposición al formal- dehído.
El fenómeno recibe el nombre de síndrome del edificio enfermo y se define como los síntomas que afectan a los ocupantes de un edificio en el que las quejas derivadas de malestares físicos son más frecuentes de lo que podría esperarse razonablemente.
En la Tabla 45.1 se presentan algunos ejemplos de contami- nantes y las fuentes de emisiones más comunes que pueden asociarse con una disminución de la calidad del aire en interiores.
Además de la calidad del aire interior, que resulta afectada por contaminantes químicos y biológicos, el síndrome del edificio enfermo se atribuye a muchos otros factores. Algunos son físicos, como el calor, el ruido y la iluminación; otros son psicosociales, entre los cuales destacan la organización del trabajo, las relaciones laborales, el ritmo de trabajo y la carga de trabajo.
El aire interior desempeña un papel muy importante en el síndrome del edificio enfermo y, por consiguiente, controlar su calidad puede contribuir, en la mayoría de los casos, a rectificar o mejorar las condiciones que dan lugar a la aparición del síndrome. Con todo, conviene recordar que la calidad del aire no es el único factor que hay que considerar a la hora de evaluar ambientes interiores.
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