El deterioro auditivo inducido por ruido suele considerarse enfermedad  laboral,  no  lesión,  porque  su  progresión  es  gradual.  Es muy  raro  que  se  produzca  una  pérdida  auditiva  inmediata  y permanente por efecto de un incidente ensordecedor, como una explosión,  o  un  proceso  muy  ruidoso,  como  el  remachado  en acero. En tales casos, se entiende que se trata de una lesión y se habla  de  “traumatismo  acústico”.  Lo  habitual,  como  ya  se  ha señalado, es que se produzca una lenta disminución de la capa- cidad auditiva a lo largo de muchos años. El grado de deterioro dependerá del nivel del ruido, de la duración de la exposición y de la sensibilidad del trabajador en cuestión. Lamentablemente, no  existe  tratamiento  médico  para  el  deterioro  auditivo  de carácter laboral; sólo existe la prevención.
Los efectos del ruido sobre la audición están bien documen- tados y no hay mucho lugar a la controversia en lo que respecta al  nivel  de  ruido  continuado  que  provoca  diversos  grados  de pérdida  auditiva  (ISO  1990).  Es  también  indiscutible  que  el ruido  intermitente  produce  pérdida  auditiva.  No  obstante,  los períodos  de  ruido  que  son  interrumpidos  por  períodos  de silencio pueden ofrecer al oído interno una oportunidad de recu- perarse  de  una  pérdida  auditiva  temporal  y,  por  consiguiente, son  algo  menos  peligrosos  que  el  ruido  continuado.  Tal  situa- ción, es aplicable principalmente a los trabajos que se desarro- llan  en  exteriores,  pero  no  a  ambientes  interiores  como  las fábricas,  donde  son  raros  los  necesarios  intervalos  de  silencio
(Suter 1993).
El  ruido  de  impulso,  como  el  producido  por  las  armas  de fuego o la estampación de metal, también perjudica la audición. Existen incluso pruebas de que entraña más peligro que otros tipos de ruido (Dunn y cols. 1991; Thiery y Meyer-Bisch 1988), aunque no siempre es así. El grado de daño dependerá princi- palmente del nivel y la duración del impulso, y puede empeorar
si existe un ruido continuado de fondo. También hay pruebas de que las fuentes de ruido de impulso de alta frecuencia son más perjudiciales  que  las  de  baja  frecuencia  (Hamernik,  Ahroon  y Hsueh 1991; Price 1983).
La  pérdida  auditiva  provocada  por  ruido  suele  ser,  al  prin- cipio, temporal. En el curso de una jornada ruidosa, el oído se fatiga  y  el  trabajador  experimenta  una  reducción  de  su  capa- cidad   auditiva   conocida   como   desviación   temporal   del   umbral
(Temporary Threshold Shift, TTS). Entre el final de un turno de trabajo y el principio del siguiente, el oído suele recuperarse de gran  parte  de  esta  TTS,  pero  a  menudo  parte  de  la  pérdida persiste. Tras días, meses y años de exposición, la TTS da lugar
a   efectos   permanentes   y   comienzan   a   acumularse   nuevas
carencias por TTS sobre las pérdidas ya permanentes. Un buen programa  de  pruebas  audiométricas  permitirá  identificar  estas pérdidas  auditivas  temporales  y  proponer  medidas  preventivas antes de que se conviertan en permanentes.
Existen pruebas experimentales de que varios agentes indus- triales son tóxicos para el sistema nervioso y producen pérdidas auditivas   en   animales   de   laboratorio,   especialmente   si   se presentan en combinación con ruido (Fechter 1989). Entre estos agentes  cabe  citar  a)  metales  pesados  peligrosos,  como  los compuestos  de  plomo  y  trimetiltina;  b)  disolventes  orgánicos, como el tolueno, el sileno y el disulfuro de carbono, y c) un asfixiante, el monóxido de carbono. Las investigaciones realizadas recientemente   con   trabajadores   industriales   (Morata   1989; Morata  y  cols.  1991)  sugieren  que  algunas  de  estas  sustancias
(el  disulfuro  de  carbono  y  el  tolueno)  pueden  incrementar  el potencial  nocivo  del  ruido.  También  existen  pruebas  de  que ciertos fármacos que ya son tóxicos para el oído pueden incre- mentar  los  efectos  perjudiciales  del  ruido  (Boettcher  y  cols.
1987). Cabe citar ciertos antibióticos y agentes quimioterápicos. Los responsables de los programas de conservación de la capa- cidad auditiva deben saber que los trabajadores expuestos a los productos  químicos  o  fármacos  mencionados  pueden  ser  más sensibles a las pérdidas auditivas, tanto más si ya están expuestos a ruido.